lunes, 18 de mayo de 2020

Bajo sospecha

Sospecho de tus manos, con sus 27 huesos cada una, recubiertas de sus capas corneas y robustas, ricas en tejidos adiposo y conectivo, suavemente almohadilladas y sensibles a la presión, de su abundancia de glándulas sudoríparas, sospecho de su delicada venatura. Manos que ¿amaba o amo? y que ahora tocan y cocinan nuestros alimentos, sea fruto, verdura, empaquetado; sospecho de los billetes y monedas que contaste con tus dedos a la perfección articulados; sospecho de tu ir y venir a la tienda, al super, al cajero del banco y sus múltiples botones que presionas. Tus manos que no se detienen: comprar, cocinar, servir la mesa, lavar, arreglar la casa, la recámara, barrer, trapear, lavar, planchar. Sospecho de tus ropas y tu piel que retienen al virus activo por demasiados días, como sospecho de las manija de la reja, los pomos de las puertas de la casa, las llaves y perillas de los baños, la cocina, las agarraderas de los cajones de los roperos, las ventanas; sospecho del teclado, del mouse, del botón de encendido de la computadora que ayer utilizaste; sospecho del aire encerrado del coche y del volante, la palanca de velocidades y la llave de encendido, del aire de la casa toda; sospecho del control de la televisión y sus botones minúsculos como los del radio o el control del clima; sospecho de las teclas y del auricular del teléfono y no quiero hablarle ni responderle a nadie.
Tanto que me gustaba recorrer tu cuerpo, tu boca, tus genitales, tu piel,  tus abrazos y ahora... ahora tus manos y mis manos, también hechas para las caricias, se han vuelto potencial e inocentemente asesinas. Sospecho de tu aliento sobre la almohada, las sábanas, los cubrecamas y cuando finalmente me mudo a dormir al sillón sospecho del descanbrazos y descubro que este virus se interpone entre nosotros como espada al rojo vivo y está matando por asfixia a este amor que algún día ¿tanto hace? nos tuvimos. Sospecho de la firmeza de quererte y me pregunto si tú no abrigas respecto a mis manos, mi persona, idénticas sospechas. Pero no me decido a preguntar ni a irme. Como si para salvar al amor bastara con darle al corazón una baño de espuma, pero no es posible, amor, ni es suficiente.

domingo, 3 de mayo de 2020

Covid-19


















Racionalizas tus argumentos para aislarme
Para hacerme sentir culpable
Eres  el fiscal, el juez, el celador, la celda y el verdugo
Además, aparte de mí me haces sentir que no hay otro responsable
En soledad viví y en soledad vivo
No fue mía la culpa sino del mundo
Que me canceló la menor posibilidad de un vínculo
Ahora estoy a tu merced
No sé si alguien sabe que vivo
Y si lo sabe ¿vendrá a rescatarme de ti, de mí, de este cuadrángulo?
Sólo de mi soledad sé y es una loza que no me permite levantarme
Tú ganaste
Soy un prisionero tuyo aunque no te reconozca
No importa, tú ganaste.
No puedo escapar de mi cerco de aire
De mis muros de silencio
Del vacío de mis manos
De la carencia de destino de mis pies
No te bastó con empobrecerme
Con verme mendigar una palabra, una sonrisa, una caricia
y fracasar indefectiblemente
No es suficiente para el odio que me tienes
Ahora reclamas mi vida.
La tendrás, por supuesto
Nada te es suficiente
Absurdo sería que no tomaras lo que decretaste tuyo
Una última gracia me concedes:
La soga con la que he de ahorcarme:
La cajetilla de cigarros,
el ahogo y la asfixia,
el Covid-19.

33 grados a la sombra

Casi las 14:00 horas. Alrededor del mediodía desperté. Un silencio que no dice nada. En la lengua nicotina y cafeína. En cuerpo y pi...