Sobre el papel la pluma se desliza
con lentitud
de una fugaz tristeza,
muy lejos de
la vida y la destreza
que en
juventud probó en la liza.
Hoy el pendón
del triunfo no se iza
y del árbol
caído la corteza
asiento es de
sus canas y cabeza
y las nubes
del cielo llevan prisa.
De todas sólo
queda una certeza:
pasó el
tiempo cuando terraza y brisa
lo
embriagaron de oxígeno y cerveza.
Sus antiguos
ardores son ceniza
más no por
eso pierde la entereza:
a campo abierto luce una sonrisa.
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