lunes, 25 de julio de 2022

Cuenta regresiva












Siempre estamos en el cero
de la cuenta regresiva.
En el cero alguien nace a la vida
y alguien deja de ser definitivamente.
En el curso del día
el tulipán se abre y se cierra.
No es más larga la vida de la mosca.
En el cero inicia la carrera
o despega el cohete.
En el cero se asesina,
se viola, se mutila, se secuestra.
Se hace la aprehensión
y se dicta la sentencia.
En el cero alguien enferma o se cura.
Estertor de orgasmo o estertor de muerte.
Alguien encuentra el amor y alguien lo pierde.
Siempre en el cero, en el cero siempre
algo empieza o algo termina.
10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1… 0.
Algo ocurrió en alguna parte.
Muchas cosas ocurren simultáneamente.
Siempre estamos en el cero
de la cuenta regresiva
aunque no lo sepamos.
Algunos tienen el ¿privilegio?
de saber que están muriendo.
Nadie el de saber que está naciendo.
¿Qué está naciendo?
¿Qué está muriendo?
¿Es uno, es otro, es el mundo entero?
No lo sabemos.
Sólo sabemos que siempre estamos
en el cero de la cuenta regresiva.
Siempre estamos en el momento decisivo.

viernes, 15 de julio de 2022

El primer hombre


Albert Camus

Tusquets editores

Las vacaciones también devolvían a Jacques a su familia, por lo menos los primeros años. Ninguno de ellos tenía asueto, los hombres trabajaban sin tregua a lo largo de todo el año. Sólo un accidente de trabajo, cuando eran empleados por empresas que los aseguraban contra ese tipo de riesgos, les daba derecho al ocio, y sus vacaciones pasaban por el hospital o el médico. El tío Ernest, por ejemplo, en un momento en que se sintió agotado, “se puso”, como él mismo decía, “en el seguro”, sacándose voluntariamente con la garlopa una espesa viruta de carne de la palma de la mano. En cuanto a las mujeres, éstas, incluida Catherine Cormery, trabajaban sin descanso por la sencilla razón de que el descanso significaba para todos ellos comidas más frugales. El desempleo, para el que no había seguro, era el mal más temido. Ello explicaba que esos obreros, tanto en casa de Pierre como en la de Jacques, que en la vida cotidiana eran siempre los más tolerantes de los hombres, fuesen siempre xenófobos en cuestiones de trabajo, acusando sucesivamente a los italianos, los españoles, los judíos, los árabes y, finalmente a la tierra entera, de robarles su empleo -actitud sin duda desconcertante para los intelectuales que escriben sobre la teoría del proletariado, y sin embargo muy humana y muy excusable-. Lo que esos nacionalistas inesperados disputaban a las otras nacionalidades no eran el dominio del mundo o los privilegios del dinero y del ocio, sino el privilegio de la servidumbre. El trabajo en aquel barrio no era una virtud, sino una necesidad que, para asegurar la vida, conducía a la muerte.

En todo caso, y por duro que fuera el verano de Argelia, cuando los barcos sobrecargados se llevaban a funcionarios y a gentes pudientes ( que volvían con fabulosas e increíbles descripciones de prados feraces donde el agua corría en pleno mes de agosto) a recuperarse de los buenos "aires de Francia", la vida en los barrios pobres no cambiaba absolutamente nada y, lejos de vaciarse a medias como los del centro, parecía que, por el contrario, aumentaban su población por los innumerables niños que se volcaban en las calles.

Págs. 239,240.

viernes, 8 de julio de 2022

Inaugurando el negocio


La violencia está imparable. Ahora están de moda los asaltos armados a casa-habitación. Las noticias dan cuenta de ello todos los días. Temí por mi familia y me puse en contacto con un ex policía para hacerme de una pistola. Por suerte, tenía disponible una reglamentaria. Un revólver Smith&Wesson calibre 38, especial. Él mismo me proveyó de las municiones. No fue poco ni mucho lo que pagué, apenas lo suficiente para sentir que tenía con qué protegerme a mí y a los míos.

Como en el país es ilegal la posesión de armas por parte de civiles, a menos que la Sedena te expida un permiso, no hay donde hacer prácticas de tiro. No aspiraba yo ha tanto. Se manejar armas. Sólo quería comprobar que la pistola funcionara. Así que me dirigí al malecón costero y enfilé hacia su término, donde se ubicaba el último hotel de la Costera, el Marisol. Aparqué mi coche y me interné, por una escalinata, a la arenosa playa. Adelanté el inmueble y avancé, según calculé a ojo de buen cubero, un par de cuadras sobre la playa, en despoblado. El calor hizo la caminata insoportable, sin contar la arena suelta de la playa. De un lado el mar, del otro los lomeríos recubiertos de hierba que resiste estas condiciones de salinidad.

Con el cuerpo y la cabeza calientes por el sol, dudé brevemente entre disparar contra las dunas o contra el mar. Aunque las lomas estaban más próximas, opté por el mar. Casi sin apuntar, calculando que las balas alcanzaran unos 60 o 70 metros, disparé una, dos, tres veces, sintiendo el contragolpe de la pistola contra mi brazo extendido. Funcionaba bien. Las balas no estaban caducadas. Me di por bien servido y retomé el camino de regreso hacia el malecón, la misma asoleada continuada, donde había dejado el coche. Cuando llegué guardé el arma en la guantera y me dirigí a la casa, donde la puse en la recámara que comparto con mi mujer, lejos del alcance de los niños.

Consideré mi día de descanso bien aprovechado y al día siguiente cumplí mi rutinario día de trabajo. Al salir me dirigí a la casa y encendí el radio en las noticias de la noche. Ahí fue que me enteré. A unos 200 metros del Hotel Marisol, el último del Malecón Costero, había aparecido en la playa, arrastrado por la marea y el oleaje, el cuerpo de un buzo con dos orificios de bala en el costado izquierdo, en el torso para ser más precisos. Los pelos se me pusieron de punta; tuve que orillarme sobre la cuneta y respirar profundamente. ¿Sería posible? Aún faltaba el peritaje del Semefo, que determinaría el calibre de las balas. Recé porque el Marisol no contara con cámaras de vigilancia. Porque si era así no tardarían en reconocerme.

Al día siguiente el peritaje estaba completo. Efectivamente, las balas que acabaron con la vida del buzo eran calibre 38. Se hospedaba en el Marisol. Era una viajante de negocios que había visto una oportunidad en la violenta ciudad. Ultimaba, según dijeron los entrevistados, detalles de un servicio funerario con crematorio en la ciudad. Lo que no se imaginó es que él mismo iba a inaugurarlo. No sé por qué, pero eso me hizo sentir menos culpable. Todos sabemos lo que cuesta una tumba en los panteones de la ciudad, una cremación, un féretro, una urna, unos servicios velatorios. Es gente que lucra desmedidamente con la desgracia ajena. Yo sigo rezando para que el Marisol carezca de cámaras de vigilancia.

domingo, 3 de julio de 2022

Tratado de ateología


Michel Onfray

 

II. AL SERVICIO DE LA PULSIÓN DE MUERTE

1. LAS INDIGNACIONES SELECTIVAS

La posibilidad de seleccionar citas a discreción en los tres libros del monoteísmo hubiese podido dar buenos resultados: bastaba con transformar la prohibición deuteronómica de matar en un absoluto universal sin tolerar ninguna excepción, con poner de relieve la teoría evangélica del amor al prójimo, prohibiendo todo lo que contradijera aquel imperativo categórico y con apoyarse por entero en el sura coránico según el cual asesinar a un hombre es equivalente a eliminar a la humanidad entera, para que de pronto las religiones del Libro se volvieran recomendables, benévolas y deseables.

Si los rabinos prohibiesen que se pueda ser judío y asesinar, colonizar y desterrar a pueblos enteros en el nombre de la religión; si los curas condenaran a quien quitase la vida a su prójimo; si el Papa, el primer cristiano, tomase siempre partido por las víctimas, los débiles, los indigentes, los desempleados, los excluidos, los descendientes de la pequeña comunidad de fieles  de Cristo; si los califas, los imanes, los ayatolás, los muías y  otros dignatarios musulmanes cubrieran de oprobio a los fanáticos de las armas y a los asesinos de judíos, cristianos e infieles; si todos los representantes del Dios único en la Tierra optasen por la paz, el amor y la tolerancia: en primer lugar, lo hubiésemos visto y sabido enseguida, y entonces hubiésemos podido sostener a las religiones en sus premisas, luego contentarnos con condenar el uso que hicieran de ella los malos y los malvados. En lugar de eso, las practican a la inversa, eligen lo peor, y salvo rarísimas excepciones puntuales, singulares y personales, favorecen siempre en la historia a los jefes militares, los soldados brutales, los ejércitos, los guerreros, los violadores, los saqueadores, los criminales de guerra, los torturadores, los genocidas y los dictadores -excepto los comunistas...-, lo más vil y despreciable de la humanidad.

Pues el monoteísmo se inclina por la pulsión de muerte, ama la muerte, quiere la muerte, goza de la muerte y está fascinado con ella. La da, la distribuye masivamente, amenaza con ella y pasa al acto: desde la espada sanguinaria de los judíos que exterminaban a los cananeos hasta la utilización de aviones de línea como proyectiles voladores en Nueva York, pasando por el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, todo se hace en nombre de Dios, con su bendición, pero sobre todo con la bendición de los que lo invocan.

Hoy en día, el gran rabinato de Jerusalén fustiga al terrorista palestino cargado de explosivos en las calles de Jaffa, pero guarda silencio sobre el asesinato de los habitantes de un barrio de Cisjordania destruido por los misiles de Tsahal. El Papa desaprueba la píldora como responsable del mayor genocidio de todos los tiempos, pero defiende abiertamente la masacre de cientos de miles de tutsis por los hutus católicos de Ruanda; los más altos tribunales del islam mundial denuncian los crímenes del colonialismo, la humillación y la explotación a la que los ha sometido y somete el mundo occidental, pero se alegran de la jihad mundial llevada a cabo bajo los auspicios de Al-Qaeda. Fascinados por la muerte de goys, impíos e infieles, los tres, por otra parte, consideran al ateo como el único enemigo en común.

Las indignaciones monoteístas son selectivas: el espíritu corporativo funciona de lleno. Los judíos tienen su Alianza, los cristianos, su Iglesia, y los musulmanes, su Umma. Los tres tiempos escapan a la Ley y disfrutan de una extraterritorialidad ontológica y metafísica. Todo se defiende y justifica entre los miembros de la misma comunidad. Un judío, Ariel Sharon, puede (mandar) exterminar a un palestino -el poco defendible jeque Yassin...-, y no  ofende a Yahvé, porque el asesinato se lleva a cabo en su nombre; un cristiano. Pío XII, tiene el derecho de justificar a un genocida que asesina judíos -Eichmann pudo salir de Europa gracias al Vaticano—, no disgusta al Señor, porque el genocida venga el deicidio atribuido al pueblo judío; un musulmán -el muía Ornar- puede (mandar) arrestar a mujeres acusadas de adulterio y complace a Alá, puesto que el cadalso se levanta en su Nombre... Detrás de todas esas abominaciones, versículos de la Tora, pasajes de los Evangelios, suras del Corán que legitiman y bendicen....

En cuanto la religión empieza a tener resonancias públicas y políticas, aumenta en forma considerable su poder de causar daño. Cuando nos basamos en un fragmento de uno u otro de los tres libros para explicar lo bien fundado y la legitimidad del crimen perpetrado, la fechoría se vuelve inatacable: ¿podemos ir en contra de la palabra revelada, del dicho de Dios o de la exhortación divina? Pues Dios no habla, excepto con el pueblo judío y con unos cuantos iluminados a los que envía a veces un mensajero, una virgen por ejemplo, pero el clero lo hace hablar con facilidad. Cuando se expresa un miembro de la Iglesia, y cita los pasajes de su libro, oponerse a él es igual que decirle no a Dios en persona. ¿Quién cuenta con suficiente fuerza moral y convicción para rechazar la palabra (de un hombre) de Dios? La teocracia vuelve imposible la democracia. Mejor aún: la sospecha de teocracia impide la existencia misma de la democracia.

 

33 grados a la sombra

Casi las 14:00 horas. Alrededor del mediodía desperté. Un silencio que no dice nada. En la lengua nicotina y cafeína. En cuerpo y pi...