viernes, 18 de septiembre de 2020

Sosiego

…Y esta lasitud del mar.

…el norte que no sopla.

…La atenuada luz solar.

…El relax de mi mente y de mi cuerpo.

Algo cambió pero no atino qué.

¿Será ese cuadrado de jade de orografía crispada con un rombo de oro carcomido?

¿El silencio ya tan tarde, como un conticinio al mediodía?

¿La tibieza del té verde, el humo del cigarro?

¿Será que hoy no escuché el noticiario matutino?

¿Será pasajera esta calma inesperada, anhelada secretamente por mi espíritu?

No sé a qué atribuirla, no encuentro su fuente.

Quizás sólo deba disfrutarla mientras dure.

No recuerdo otro momento como este.

No es que me alegre, no.

No es que esté triste, no.

Sólo es que estoy y distendido.

Ni lamentos ni celebraciones.

No sé quién o qué me regala esta porción del Nirvana pasadas ya las 11.

No sé cómo cerrar esta enumeración, si es que lo es, y no me importa.

La dejaré en puntos suspensivos para ver cómo se anuncia la tarde.

¿Parirá el cielo estrellas nuevas esta noche?

Da igual: mi vista es corta y sólo veo las más brillantes.

Las demás las adivino.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Exonerados

 


…Y no es mi culpa, ni tuya, ni de nadie.

Si alguien se frota la nariz o se cierra  una puerta.

Si sale el sol con cubrebocas o exultando furia.

Las losas reventadas del malecón…

Los locales eventrados…

Destechados, con las palapas por los suelos…

Los bares cerrados o quebrados…

Los restaurantes vacíos…

Los edificios desahuciados…

Las iglesias condenadas…

Las feligresías dispersadas…

La fe tambaleante…

Las calles silenciosas y desiertas…

Las cortinas bajadas…

Los muertos de todos los días…

Los trabajadores en paro, los despidos…

La fecha incierta del regreso…

No somos Edipo ni nuestra ciudad es Tebas.

No matamos a nuestros padres ni nos acostamos con nuestras madres.

No trajimos nosotros la peste a la ciudad.

No hay culpables de ésto que nos pasa.

La pandemia no es el castigo de un pecado…

Es un virus ciego que oscila entre lo inerte y lo animado…

Una broma de natura, como los terremotos o los huracanes…

Nuestro encierro no es castigo ni es eterno.

Toma tus pastillas y duerme sin contrición.

Créelo: la ciencia busca una cura, no un culpable…

En este asunto la Fiscalía General de la Nación no tiene parte.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Equilibrio

No puedo escribir poesía por ahora. Me siento demasiado sólido, compacto, monolítico, hecho de carne y hueso y sangre, sustancias todas compuestas de los elementos adscritos a la Tabla de Mendeleiev. Hierro y azufre, litio y potasio, agua y albúmina. Todo demasiado fisiológico, todo es órgano y función, incluso los estados de ánimo. No estoy para emocionalidades enfermizas, apegos sin sentido. Mi autopercepción, por hoy, cancela la poesía. ¿Qué tiene de exquisito un diente hecho de calcio o una uña de queratina o un corazón que es sólo un compendio de músculos, una bomba que en sístole y diástole dispara oxígeno?, ¿una piel que se descama todo el tiempo y se regenera según los alimentos consumidos y el metabolismo? No, hoy no estoy para poesías, hoy no hay espíritu, sólo químicos que disparan o no reacciones en los neuro-receptores de mi cerebro. Nada hay en mí que por ellos no esté condicionado. Y no me siento mal por ello.Me despido hoy de la poesía, el desequilibrio, el desbordamiento emotivo, el sufrimiento. No hay nada mal en mí. Es el mundo el que está mal, pero eso no me da para un poema y ahorita no tiene caso lamentarlo. ¿No ha estado siempre así o peor? No puedo hacer mi tema del malestar ajeno. Hoy no estoy para empatías. Me absuelvo hoy de la poesía. He caído antes pero en este preciso momento no siento necesidad de vértigo.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Procastinación

No lo procastines más, por favor. Deja de dar vueltas en la cama con los ojos apretados intentando retener la confusión del sueño. Lo sé, la realidad es terrible, alucinante, azotada por el sol o la tormenta. Tus relaciones con los demás son imposibles en la pesadilla. También sé que estás solo pero éste no es el momento de salir a las calles y revolverte con las multitudes porque otro fantasma recorre al mundo. Lo hiciste una vez: fuiste y te plantaste a un costado del parque sin el cubrebocas, que te tiene harto. Menos de cinco minutos después, en la misma jardinera, dos ancianos, uno de ellos que tosía sofocadamente dentro de su mascarilla, y una pareja de jóvenes. ¿Por qué tú sí me tocas?, le preguntaba ella a él y tú como si nada, recostado en la jardinera con tu caja de zapatos nuevos como almohada. El viento norte te llenaba la piel y las narinas complacidas. ¿No percibes el riesgo que corriste? Ya habrá, más adelante, oportunidades de salir, de convivir con tus amigos en una terraza, de beberte unas cervezas, pero por favor no procastines más el despertar. No lo sabes pero casi son las 11 de la mañana. Vamos, abre los ojos, ciérralos, vuélvelos a abrir y déjalos así, fijos en cualquiera de los cuatro muros de tu cuarto, de tu cárcel y ten paciencia y espera a que pase la pandemia. Lo sé, el encierro no es fácil, dos metros de distancia son el infinito, pero pasará, te lo prometo. Tendrás de nuevo las calles, y a tus amigos, y el beso y el abrazo y la noche y las lucecitas de colores de los bares. Pero por favor ya no lo procastines. Anda, ven, abre los ojos a tus paredes amarillas y mantén cerradas tus puertas y ventanas y contén tus ansías de salir corriendo por las calles, semidusnudo, y gritar que estás harto de este mundo y la paradoja de despertarte a una realidad alucinante que se ha tornado invernadero y cárcel.

33 grados a la sombra

Casi las 14:00 horas. Alrededor del mediodía desperté. Un silencio que no dice nada. En la lengua nicotina y cafeína. En cuerpo y pi...