No sé si con
razón o sin ella, pero siempre me había sentido como un monstruo. En realidad,
creo que sólo era cándida, estúpida. Pero todas mis simpatías infantiles,
cuando leía un comic, mi empatía por las canciones y las películas tristes de
mi adolescencia, mi solidaridad con los personajes marginales y extremos me
ponían siempre del lado de los condenados, los malditos, los perdedores. Con
los villanos desaforados que estaban eternamente enfrentando héroes que, previsiblemente,
siempre ganaban. Me resultaba fácil identificarme con ellos, sufrir con ellos,
perder con ellos. Por eso, cuando Argos apareció en la puerta de mi casa
ofreciéndome un ramo de rosas, me venció la compasión: la vida me cortejaba – me cotejaba - con un monstruo de verdad, y no con uno
cualquiera, sino con uno que, con sus múltiples ojos, me veía tanto por dentro
como por fuera. Y como me veía por entero, me entendía por entero. Al menos eso
pensaba yo. Ese mismo día me fui con él. No me interesaba saber a dónde me
llevaba. En él se cumplían mis fantasías y mis esperanzas. Fueron largas las
horas de interminable carretera: una recta infinita que con su señalética
infinitamente recta me durmió en sus hombros. Me encontraron muerta y cegada en
el cuarto de un motel. Argos me había arrancado los ojos y, supongo que
cuidadosamente, los incrustó en su propio cuerpo. En las sienes de su cabeza.
Ahora siento y pienso sólo con estos ojos, que ya no son míos, sino de Argos.
Es mi función vigilar lo que sucede a su izquierda y a su derecha. No duermo
nunca. Él no me lo permite. Ahora mismo estamos entrando en una florería. Ha
comprado un ramo de alcatraces. Pronto, engalanado y dueño de mis ojos, estamos
tocando suave, delicadamente, como lo hace todo pretendiente, en otra puerta.
Parece que ahora quiere ornamentar las plantas de sus pies. Yo pienso en su
corpachón inmenso, y no puedo evitar sentir una infinita lástima por la
muchacha torpe, ingenua, atolondrada que nos abre su reja.
jueves, 16 de abril de 2020
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
33 grados a la sombra
Casi las 14:00 horas. Alrededor del mediodía desperté. Un silencio que no dice nada. En la lengua nicotina y cafeína. En cuerpo y pi...
-
Sobre el papel la pluma se desliza con lentitud de una fugaz tristeza, muy lejos de la vida y la destreza que en juventud probó en la ...
-
Puede parecer inviable pero no lo es. El único argumento lo suficientemente fuerte para convertir a un adicto es el amor incondicional y s...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario