lunes, 20 de abril de 2020

La muerte de Miguel Páramo

Caballo desbocado en la pradera,
de los perros aullidos y ladridos,
atorados los pies en los estribos
se aproxima el muchacho a la ladera.

Las bridas no controlan la carrera
y en la niebla los ojos detenidos,
ojos claros de oscuridá ateridos,
grita un grito que ya no acepta espera.

De piedra el lienzo, ya Miguel caído,
agoniza al igual que su caballo,
balbuce una oración y el alma exhala.

No es más que otro fantasma de Comala,
fantasma entre fantasmas me lo hallo,
del pueblo no se irá y aún no se ha ido.

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