viernes, 3 de abril de 2020

Diáspora

No puedes perder lo que no es tuyo.
En el Paraíso también fuimos migrantes.
Por eso nuestra errancia eterna.
Por eso la saña en la espada de los ángeles.
Nuestro pie no encuentra asilo sino en la carrera de relevos.
Sólo el camino es interminable.
En él caemos para ya no levantarnos.
El destino, una ilusión.
No hay tierra prometida para nadie.
El árbol de las genealogías se ha podrido.
Dejamos de ser parientes en el hambre.
Luego el saqueo, la mortandad, los desastres naturales.
No ser de ningún lado no es ser libres. Es indigencia.
No hay razón de empecinarse.
También la cabeza de la tribu se equivoca.
Tampoco él sabe a dónde vamos.
Es mi turno. Debo detenerme.
El lugar es como cualquier otro, como todos.
Nada hay para nadie.
Ni siquiera la tierra donde caigo es mía.

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