Te encontré en la cantina, naturalmente. Idénticos como dos gotas de agua. Lo más natural, después de la sorpresa, fue compartir la misma mesa. Brindar, reconocernos, hacernos las confidencias de rigor y descubrir que nuestra experiencia y hojas de vida eran iguales. Uno de los dos era un espejo del otro, pero ¿quién? Varias copas después estábamos abrazados y cantando. Unas más y lloramos juntos. Cuando ya de madrugada cerraron el bar te invité a mi (nuestro) departamento. El café y la luz del alba nos espabilaron. Uno de los dos tenía que morir: no tenía sentido replicar el interminable perjuicio. Lo echamos a la suerte. Tú perdiste. Lloré cada una de las páginas de mis memorias a medida que iban cayendo en la chimenea.
jueves, 16 de abril de 2020
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
33 grados a la sombra
Casi las 14:00 horas. Alrededor del mediodía desperté. Un silencio que no dice nada. En la lengua nicotina y cafeína. En cuerpo y pi...
-
Sobre el papel la pluma se desliza con lentitud de una fugaz tristeza, muy lejos de la vida y la destreza que en juventud probó en la ...
-
Puede parecer inviable pero no lo es. El único argumento lo suficientemente fuerte para convertir a un adicto es el amor incondicional y s...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario