No fue tan larga ni oscura
mi incursión al laberinto
do esperaba el variopinto
-mitad hombre, mitad miura-
monstruo oculto en la espesura
de algún pasillo sucinto
en su enredado recinto
de mármoles sin fisura.
Ver y embestir mi figura,
impulsado por su instinto,
en sangre lo dejó tinto:
mi espada tajó segura.
Uncida a un muro clausura
-(en celda que ya precinto)-
horror antiguo, ahora extinto:
su testa… y su catadura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario