Tengo la razón en la punta de la lengua
y, afásico, no puedo explicarme
ni explicar al mundo
puedo intentar un inventario
de mi vida o de la vida
pero será siempre una paráfrasis
del árido desierto o del oasis
de la realidad desangrándose en cascada
precipitándose de las cuencas de mis ojos
al inconsciente de mi nada
No, no puedo tocarla, nadie puede
el lenguaje corre paralelo a ella
pero no la sustituye ni la aprehende
digo todo y eso es todo
es apenas un vislumbre de un vislumbre
chispas de una hoguera más grande
que se agitan un instante en el aire
que las sostiene y las apaga
no puedo tocarme ni tocar a nadie
nadie puede tampoco tocarme ni tocarse
somos islas sin raíz a la deriva
deseosas de encontrarse y deshacerse
en un vértigo de orgasmo
pero no, una gravedad oscura
nos aleja unas de otras irrevocablemente
y nos condena a una desintegración estéril
y es por eso que, ahora,
tengo el llanto en la punta de la lengua
pero a mi corazón le aterra despeñarse.
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