viernes, 18 de marzo de 2022

Jogging en el Malecón

 














El reloj dice que es la 1:00 pm
y eso no importa ni para mí ni para el tiempo.
He visto tantos pájaros con sed,
el sol al cénit.
Tantos perros bebiendo de los charcos,
de las fugas de agua en las calles.
No tiene importancia la inanidad de la criatura.
He visto tanto muerto embalsamado
para dar tiempo a los rituales,
en los que vale más el traje que el cadáver.
Ellas, maquilladas para fingir el sueño,
muerte disfrazada.
La gaviota no.
Ella, frente al mar que fue sustento,
se echa en la playa y clava el pico en tierra,
con la cabeza oscilante
-ora de un lado, ora del otro-,
los ojos ya cerrados.
Ella que surcó airosa el espacio
a despecho de las corrientes de aire,
yace en la arena inerme.
¿Qué es la gaviota, ricamente emplumada,
en su agonía? Queratina B lastrada por la carne.
Como nube minúscula
caída en tierra muere de hambre y sed,
enfermedad y vejez, envuelta
en su discreto y elegante ropaje blanco y gris.
Aquí no hay más ceremonia que viento y oleaje
con su blanca espuma encapsulando sal y aire.
No hay dolientes: viudo, hermanas,
hijos, nietos, primos, padres.
En su muerte privada no hay parvada.
Es la supervivencia de la libertad.
Entre los hombres, sólo los indigentes
comparten esa muerte.
Confirmo: pasé junto a él
no queriendo ver,
fingiendo indiferencia.
Para el corredor más joven,
enfundado en pants
y sudadera con capucha,
es sólo un breve rodeo,
o un obstáculo a saltar en la banqueta.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

33 grados a la sombra

Casi las 14:00 horas. Alrededor del mediodía desperté. Un silencio que no dice nada. En la lengua nicotina y cafeína. En cuerpo y pi...