Neurofisiólogo Eduardo Calixto González
“Cuando estamos felices, contentos o tenemos un estado de plenitud emocional que nos hace reír, nuestras neuronas generan un estado neuroquímico que puede llegar a ser nocivo a corto plazo: entre más felices somos, nos hacemos tolerantes conductuales, creemos las mentiras que nos dicen, solemos discutir menos y disminuye nuestro juicio analítico".
7.- Felicidad y cerebro
LA RISA Y EL CEREBRO
Sonreír en sociedad disminuye la
tensión, genera apego, fomenta la aceptación de individuos en grupos complejos,
incrementa la atención y homogeneiza culturalmente. Reír dentro de un grupo de
amigos es un código de aprobación, en la oficina disminuye la tensión, en la
familia predispone a una mejor comunicación. Una secuencia de risas con la
pareja puede ayudar a tener una mejor sesión de besos.
El cerebro humano tiende a ser feliz, lo promueve constantemente, aunque teniendo más elementos para ponerse a reflexionar o para estar triste, la naturaleza de nuestra corteza cerebral busca elementos para tranquilizarse y sentir que no todo está mal.
La risa en el cerebro humano como
respuesta social aparece después del tercer mes de vida, para no desaparecer
nunca. Un estudio de la Universidad de Ontario reporta que los adultos nos
reímos en promedio 18 veces al día, los niños suelen reír de tres a cinco veces
más. La fonética de la risa es universal, en todas las culturas se acepta el
mismo lenguaje de una risa o una carcajada. Sonreír es una forma de
convivencia.
Para reír son importante los
contextos: social y psicológico (edad, idioma, origen social, expectativa del
chiste y hasta horario, día, mes, etcétera.); por ejemplo, el humor de los
estadounidenses suele ser ácido e irónico, en relación a los ingleses, ellos
ríen más con la autocrítica, los mexicanos solemos reír de asociaciones
absurdas y la utilización del doble sentido de las palabras.
Una broma se acompaña de una
carcajada si solemos compartirla entre varios individuos del mismo grupo o edad.
La broma o un chiste funciona más cuando la anunciamos, cuando hay expectativas
de que viene un desenlace. El efecto de una risa se valora más por la noche y
en los días cercanos al fin de semana o en vacaciones.
La importancia de un humor radica
en el análisis, en la proyección y la burla de lo cotidiano, solo 11% de lo que
nos reímos es por un concepto nuevo, en promedio el 70% de las bromas, de
anécdotas o de chistes son una parodia a lo que realizamos todos los días Para
reírnos utilizamos las regiones de nuestro cerebro inteligente, asociados a las
regiones de la memoria.
¿Por qué nos reímos?
Hay diferentes teorías que
explican por qué el cerebro humano se ríe, cada una de ellas o la combinación
de las mismas están detrás de una broma y su consecuente sonrisa:
1. La incongruencia manejada: si el cerebro cree encontrar
algo divertido es porque el entorno y sus expectativas, ante lo nuevo, a lo
congruente, le da un giro inesperado en su lógica.Un chiste o una broma son
eficaces cuando el resultado de una decisión, o conducta es impredecible,
incongruente y nos toma por sorpresa. Reímos más de contrastes de situaciones
cotidianas y resoluciones imprevistas. Reímos de resultados absurdos.
2. Sentirnos superiores: La risa derivada de una concepción
repentina de alguna idea de nosotros mismos, en comparación con la debilidad
del prójimo. En otras palabras, nos podemos reír mucho a costa de los demás, lo
que se puede considerar problema porque esto puede considerarse no idóneo en
algunas circunstancias.En este contexto, se ha planteado la Teoría de la
agresión-benigna o tolerada del humor descrita por psicólogos de la Universidad
de Colorado EUA, la cual explica que lo divertido como una buena broma debe de
violar algún tipo de valor o concepto práctico cultural, anteponiendo una
distancia psicológica segura donde el humor no sea hiriente, de serlo, sale del
aura del humor para ser irrespetuoso. La secuencia debe ser maliciosa y estar
acompañada de la complicidad de quien recibe la broma. Sarcasmos deliberados,
racistas, sexistas, dirigidos sin el correspondiente permiso social de la
persona aducida, pueden convertir la broma en una injuria, la risa en tensión y
el proceso se acompaña de una inadecuada percepción de quien emite y quien
recibe el mensaje.
3. Sentirnos bien: el cerebro percibe la risa y el humor
como una forma de liberación. La salida
inmediata a una tensión, buscando intelectualizar un problema o sacar la emoción tensa
queriendo disminuir lo que nos molesta o reducir la preocupación. La risa, como
catarsis dirigida a salir de una tensión, emula una caricia social.
Anatomía y neurofisiología de
la risa
Por estudios de resonancia
magnética, actualmente podemos reconstruir la ruta anatómica de la risa en el
cerebro. Una broma inicialmente se detecta en el lóbulo parietal y después
emigra para activar los lóbulos temporales, en especial del lado izquierdo.
Inmediatamente después de un
chiste, el lado izquierdo (área de Wernicke) informa al hipocampo para expandir
la comunicación a los ganglios basales y a la amígdala cerebral. Si la broma es
buena, una vez valorada por el sistema límbico, el área tegmental ventral y el
accumbens, se informa que es gratificante: se libera dopamina.
El giro del cíngulo evalúa la
información y la ínsula aprecia la originalidad. La risa genera, además de la
liberación de dopamina, un incremento de b-endorfina y de oxitocina, este
estado neuroquímico cerebral puede llegar a ser adictivo por el placer que puede
generar.
El hipotálamo traduce la sanación
de la broma: la risa es placentera, tranquiliza y promueve una mejor salud;
disminuye la liberación de cortisol; se incrementa la producción de anticuerpos
(defensas de nuestro cuerpo) y fortalece la producción de interleucinas, es
decir una activación del sistema inmunológico.
Una carcajada prolongada
incrementa la oxigenación cerebral y corporal. Una risa induce la activación
refleja de neuronas en espejo, fortaleciendo el principio de socialización. El
chiste o la broma finalmente llegan al cerebro inteligente, se activa
primordialmente al lóbulo frontal del cerebro, que se asocia con un mayor
funcionamiento cognitivo.
La broma activa estructuras
cerebrales en promedio en 300 milisegundos (la tercera parte de un segundo). El
chiste está detectado, depende de la información previa (recuerdos), de la
expectativa, del ambiente y del estado de relajamiento para obtener la
liberación de neuroquímicos.
Ellas y ellos pueden entender
diferente la broma
Un estudio de la Universidad de
Washington otorga algunas evidencias en relación a diferencias en el
entendimiento y la activación de las áreas cerebrales entre hombres y mujeres
cuando reconocemos una broma y cómo nos reímos en consecuencia de ella. No
obstante a que en ambos sexos los lóbulos temporales se activan igual, el
cerebro de las mujeres puede poner más rápido atención, conceptualizan mejor la
prosodia (entendimiento de la entonación de las palabras); la latencia de ellas
a las bromas es menor y pueden analizar con mayor eficiencia el contenido del
chiste; suelen exigir con más inteligencia la risa, activan con mayor
eficiencia el sistema límbico y el sistema de recompensa. En contraste, en la
mayoría de los varones, la risa se hace más común con estereotipos. Con menor
exigencia y la simpleza de la broma sugiere de la misma forma una consecuente
risa.
La risa es un ejemplo de
inteligencia cerebral. Puede favorecer la salud corporal y mental. El contexto
de reír se modifica en la vida. La mujer puede analizar una broma y detectar la
ironía o lo hiriente de la broma con mayor eficiencia. El varón es más simple
en su reacción, puede burlarse de su superioridad, pero los alcances de las
bromas pueden ser catalogados con mayor frecuencia como desentonados.
EL CEREBRO FELIZ EN EL TRABAJO
El buen humor incide de forma
directa en la comunicación entre compañeros, la cohesión de los empleados ante
una adversidad, así como en su satisfacción personal; incrementa la
productividad y fomenta la creatividad.
Es lógico plantear que las
experiencias que llevan a la insatisfacción en el trabajo no coinciden con las
que aportan felicidad y bienestar a los empleados.
¿Qué factores son los que alejan
la felicidad del trabajo? LOS MÁS COMUNES SON TRES:
1. La falta de comunicación con la supervisión y falta de
liderazgo.
2. Un salario poco competitivo.
3. Condiciones de trabajo inapropiadas.
En general, cuando un trabajo es
bueno para nuestra vida es porque nos sentimos felices en él. Ser felices en el
trabajo se mide en dos aspectos fundamentales:
A) Estar alegre a menudo, asociado con
tener un propósito en la vida, y B) sentir que el trabajo ayuda a
desarrollarnos económica, moral y socialmente.
B) El cerebro procura evitar
distinciones artificiales y de dudosa utilidad. Sin embargo, a largo plazo este
proceso disminuye, ya no se reconoce con facilidad cuándo se pierden los
objetivos laborales, éticos o en qué momento se dejó de estar a gusto en el
trabajo.
Emociones que se contagian
En el lenguaje cotidiano solemos
usar términos para ser cordiales y generar una sonrisa; nos hacemos empáticos.
El contagio emocional se refiere al proceso mediante el cual interiorizamos
emociones similares a las que observamos en otra persona, el cerebro lo hace
todos los días, a través de asociaciones, recuerdos, neuronas en espejo y
cambios neuroquímicos. El fenómeno se produce de diversas maneras. Por un lado,
existe la tendencia humana a imitar las expresiones faciales, los movimientos y
las posturas de aquellos con quienes se interactúa. Por otro, las personas pueden
copiar aspectos como el lenguaje, el tono de voz e incluso experimentar el
mismo estado afectivo. Es un proceso rápido y del que en ocasiones no somos
plenamente conscientes. Un cerebro con adecuada salud mental se pone feliz en
un ambiente feliz.
Las emociones positivas son un
potente favorecedor de resultados positivos en los equipos de trabajo. Las
actitudes y conductas negativas también se copian, pero tienen más reticencia y
menor capacidad de aceptación. Generan críticas y son favorecedoras de división
social.
La situación emocional que más
poder de contagio tiene es el sentido del humor. Está comprobado que el uso del
humor por parte de los trabajadores incide en la satisfacción, una mejor
comunicación y cohesión de los equipos de trabajo. Del mismo modo, el humor es
un potente amortiguador de las situaciones estresantes, condiciona una
sensación de cooperación y solidaridad para resolver un problema.
¿Qué puede ayudar a mejorar la
sensación de felicidad en el trabajo?
1. Favorecer relaciones interpersonales positivas.
2. Desarrollar control en actividades y autonomía.
3. Contar con el apoyo y la consideración de los
supervisores.
4. Tener oportunidades de ocio y recuperación.
5. Obtener reconocimiento de los logros obtenidos.
6. Tener una carga de trabajo manejable y con objetivos
definidos.
7. Lograr un equilibrio entre la vida laboral y la personal.
8. Ser proactivo en el ajuste al puesto de trabajo.
9. Encargarse de tareas variadas y contar con oportunidades
para el desarrollo.
10. Utilizar el sentido del humor y expresar emociones
positivas.
El cerebro trabaja mejor y es
creativo en un ambiente de emociones positivas. La cordialidad se copia. En el
trabajo es necesaria la retroalimentación de quien supervisa y de quien acota
ideas. Una mejor actitud, evita un mal día laboral.
SER FELIZ HACE UN CEREBRO
MENOS REFLEXIVO
Las emociones pueden cambiar
nuestra percepción de la realidad social. Por ejemplo, estar contentos nos puede
llevar a aceptar aspectos que otro estado de ánimo no lo permitiría, en
especial, tolerar las mentiras. En forma directamente proporcional a un mayor
estado de felicidad solemos aceptar lo más inverosímil o incluso podemos ser
parte de procesos que después pueden generarnos molestia o arrepentimiento.
Tener conductas cercanas a la felicidad contagia socialmente, disminuyen el
estrés y la ansiedad. Ser feliz nos acerca a un mejor estado de salud mental y
física pero tiene algunos efectos que no hay que perder de vista.
La región inteligente del
cerebro: la corteza prefrontal
El cerebro lógico, congruente y
objetivo está ubicado en la corteza prefrontal, la región que se encuentra en
nuestra frente, por arriba de los ojos; es el sitio de los frenos e inteligencia
de nuestra cotidianidad. Esta corteza prefrontal es la que nos ubica, otorga a
nuestra vida la lógica, ya que ajusta con el tiempo plenamente lo real y ayuda
a la toma inteligente de nuestras decisiones. La corteza prefrontal termina de
madurar en las mujeres a los 21 años, en lo varones a los 26 años, esto explica
en parte porque las mujeres llegan a la madurez intelectual a edades más
tempranas comparándolo con los hombres. Este factor de madurez depende mucho de
las hormonas femeninas, en especial el
17-ϐ estradiol, cuyo efecto en el cerebro permite una mayor y mejor conexión
entre neuronas.
Cuando estamos felices, contentos
o tenemos un estado de plenitud emocional que nos hace reír, nuestras neuronas
generan un estado neuroquímico que puede llegar a ser nocivo a corto plazo:
entre más felices somos, nos hacemos tolerantes conductuales, creemos las
mentiras que nos dicen, solemos discutir menos y disminuye nuestro juicio
analítico.
La dopamina inhibe la corteza
prefrontal y excita al sistema límbico
Un neurotransmisor llamado
dopamina es el responsable de generar una actividad que el cerebro interpreta
como felicidad. Ante estímulo positivo externo que detone una sonrisa, las
neuronas liberan dopamina y éstas cambian la forma de actividad de comunicación
neuronal en patrones de frecuencia eléctrica que el cerebro interpreta con
conductas positivas: felicidad, ánimo y sentimientos llenos de júbilo. La
felicidad tiene un inicio neuroquímico que permite una modificación fisiológica
en varias regiones cerebrales. La dopamina genera inhibición en algunas
estructuras neuronales y al mismo tiempo sobreactiva otros sitios del cerebro.
Es decir, este neurotransmisor tiene una actividad dual: activa regiones del
sistema límbico como los ganglios basales, la amígdala cerebral y el hipocampo,
dando como resultado una emoción sublime asociada a atención, procesamiento de
sensaciones que se quieren repetir, que nos hace irreflexivos al grado de que
no cumplir lo deseado nos puede llevar a la ira o la violencia. En paralelo, la
dopamina inhibe la corteza prefrontal: el cerebro se queda sin frenos, se hace
ilógico, impulsivo, cometemos errores o tomamos decisiones intempestivas.
Felicidad y emociones
positivas en la vida
El proceso de la felicidad del
cerebro rápidamente se desensibiliza. En otras palabras, la felicidad es corta,
transitoria, pierde su efecto en minutos, el cerebro por su anatomía y
neuroquímica no está capacitado para tener felicidades largas o permanentes. Lo
que inicialmente nos hizo felices debe repetirse con mayor intensidad para
lograr nuevamente la sensación, de lo contrario perdemos interés en ello. Por
ejemplo, un buen chiste la primera vez nos genera una carcajada, pero
paulatinamente, seguir repitiéndolo o conocer su final, disminuye nuestra
respuesta, de esa manera, queremos escuchar más bromas o chistes buscando
sentirnos bien, como al inicio. Nos acordamos de las cosas bellas de la vida,
las queremos volver a repetir, a veces sin darnos cuenta de que ya hemos
cambiado.
Pero este efecto puede llevarnos
a diferentes experiencias y debemos prepararnos para ello. Un ejemplo de este
proceso a largo plazo es el enamoramiento. En su inicio, el enamoramiento es
una proyección de nuestros más íntimos deseos en el otro, el enamorado comete
procesos irreflexivos y pensamientos ilógicos, acepta y permite conductas,
mentiras que comúnmente no toleraría, sin embargo, poco a poco esto va
disminuyendo. Después de la fase pasional e intensa, la expresión inteligente
de la corteza prefrontal se va manifiestando vemos con claridad lo que hemos
hecho y poco a poco aceptamos nuestra realidad. En conclusión, la primera parte
del enamoramiento depende en mucho de la liberación de dopamina por parte de
nuestro cerebro.
En la vida cotidiana podemos caer
en trampas que nuestro estado de ánimo, la dopamina y la corteza prefrontal nos
ponen. ¿Cuántas veces hemos comprado algo que no necesitamos? ¿Cuántas veces
hemos detectado mentiras que preferimos no discutir?
En el neuromarketing se sabe que
cuando un vendedor hace agradable lo que vende, gana sonrisas, induce una buena
relación con bromas o amplifica las características del comprador, el resultado
es una venta exitosa. En contraparte, cuando el comprador o cliente, se encuentra
molesto o triste, se hace más analítico del producto, razona más el mensaje y
la información, ¡es más difícil que compre algo nuevo!
Entre más felices decimos que
somos, nuestro cerebro detecta menos las mentiras. Un pequeño engaño puede ser
tolerado, cuando el estado de ánimo se acompaña de emociones positivas. El
proceso es el mismo, nuestra felicidad disminuye el juicio que, en contraste,
molestos nos arrebataría un terrible enojo al
descubrir una trampa. Socialmente los cerebros suelen
mentir a favor de ganancias inmediatas. Aceptar engaños nos puede posicionar en
un mejor lugar, favorecer un ingreso o ser aceptado en un grupo. Sin embargo,
esto puede generar molestias psicológicas en uno mismo, detonar en una
autoreflexión negativa, porque la corteza prefrontal inicia el proceso de
arrepentimiento. Sin embargo, en el momento que nos sentimos felices o
interpretamos con agrado los resultados de aceptar la mentira, esto disminuye
el estado de autoenfado y solemos tolerar. De esta manera, también el perdonar
se hace más fácil cuando nuestro estado de ánimo se acompaña de sonrisas.
La filosofía griega indica que un
objetivo esencial del hombre en este mundo es ser feliz. En este contexto, las
Neurociencias proponen que ser feliz en la vida cotidiana es un proceso
maravilloso cerebral transitorio que condiciona una disminución de nuestra
inteligencia, para mejorar el papel social del hombre y que paradójicamente
ayuda a capacitarlo.
FELICIDAD, ENOJO Y DESPERTAR
TIENEN UN PUNTO EN COMÚN EN EL CEREBRO: LAS OREXINAS
Las orexinas (también llamadas
hipocretinas) son hormonas proteicas que se sintetizan en el cerebro en las
regiones que generan liberación de dopamina, el neurotransmisor de la
felicidad. Por lo que también están relacionadas con las sensaciones de
bienestar, de emociones positivas como sonreír y un buen estado de ánimo. Este
proceso está relacionado con el horario de comer, dormir y adaptaciones al
estrés. Las orexinas fisiológicamente están involucradas en diversos eventos
cotidianos que van desde generar la sensación de tener hambre (junto con la
insulina y leptinas regula la glucosa en la sangre), sensación de felicidad
(emociones positivas), modular los ciclos sueño-vigilia (ritmos circádicos) y
la termogénesis (generar calor en el cuerpo asociando su actividad a la hormona
tiroidea), pero también de sentirnos enojados si no tomamos un alimento, no
dormimos bien o estamos en tensión psicológica constante.
Un incremento de orexinas
independientemente del horario nos hace tener hambre, que al comer, procesan
felicidad y satisfacción. Las orexinas son responsables de despertarnos por la
mañana. Al despertar, son las responsables de tener apetito, por ejemplo.
Dormir disminuye las orexinas: de esta manera, si se quiere bajar de peso con
un adecuado régimen dietético, dormir adecuadamente ayuda a recuperar la línea
que se desea. Una noche de desvelo produce al día siguiente entre muchos
eventos: somnolencia, enojo, mucha hambre y un incremento en las percepciones
auditivas y sensoriales; sensaciones que se nos quitan al comer y al dormir. El
estrés sostenido puede inducir hambre porque, entre muchas cosas, las orexinas
se incrementan avisando que tenemos que comer más para mantener un aporte de
glucosa al cerebro para mantener la atención.
Las regiones cerebrales
involucradas en el proceso que generan la felicidad y el enojo son
prácticamente las mismas en el sistema límbico: la amígdala cerebral, el núcleo
accumbens, el área tegmental ventral, así como el hipotálamo y los ganglios
basales asociados a la corteza prefrontal y al giro del cíngulo. Todas estas
estructuras están en íntima relación con la dopamina y las orexinas, ya sea
liberándolas o porque tienen receptores para estos neuroquímicos.
Una alteración en el hipotálamo
puede inducir narcolepsia (incremento de sueño), cambios en el peso (obesidad),
personalidad irritable, hasta epilepsias de difícil manejo. Dentro de las
muchas posibles causas de esto, las orexinas están involucradas en el proceso
de inicio y mantenimiento de los síntomas.
La sensación de felicidad ante
buenas noticias, una adecuada relación social, una risa que dure minutos,
incrementan los niveles de orexinas en nuestro cerebro. La disminución de estas
hormonas se relaciona con depresión.
Quedarse inmóvil ante un ataque de risa
(semejante a la cataplejía) es semejante por momentos a la manifestación
clínica de la narcolepsia. En ambos casos las orexinas están aumentadas en el
hipotálamo y la corteza cerebral. Un aspecto semejante sucede cuando tenemos
ataques de ira, las orexinas también se incrementan en el cerebro.
En las adicciones a cocaína,
anfetaminas, alcohol, morfina y comida, las orexinas incrementan la necesidad
de repetir las experiencias ya que fortalecen las conexiones neuronales en el
sistema límbico y la corteza cerebral. Nuevos medicamentos que disminuyen la
actividad de las orexinas pueden ayudar para dormir mejor, disminuir las
adicciones o podrían utilizarse en el control de la obesidad.
Las orexinas incrementan también
el apetito sexual y la motivación del orgasmo. Incrementan la liberación de
dopamina e inhiben la de serotonina durante la motivación sexual.
En la frase: “del amor al odio
hay un paso”, hoy podemos decir que en parte la anatomía y neurofisiología le
otorgan un poco de verdad: la dopamina es liberada en forma muy rápida en el
enojo, más lenta en el amor y muy poco o apenas perceptible en el hambre. Atrás
de la liberación de dopamina que relacionan el enojo/ la felicidad/ y el
hambre, están también las orexinas.
Finalmente, algunos alimentos ponen
muy contento al cerebro humano, es el caso de ingerir líquidos con densidad
semejante a la crema o la leche (helado, budín o yogurt); inducen sensaciones
relacionadas con la felicidad, disminuyen la tristeza y relacionan la
experiencia a recuerdos de la infancia. Comer poco a poco un helado permite
una emoción de alegría, el cerebro libera dopamina y modula la conducta
a partir de las orexinas. Por eso, cuando los bebés o niños lloran, suelen
tranquilizarse con los alimentos dulces. En la etapa adulta, algunos recuerdos
que nos deja la infancia nos tranquilizan: comer un helado nos relaja y nos
puede ayudar a sentirnos felices.
PARA SER FELIZ: 4 EVENTOS
FUNDAMENTALES QUE EL CEREBRO HACE
En la búsqueda para sentirnos
mejor, a veces debemos iniciar después de un momento incomodo, o al terminar
una discusión que nos ponga en una posición social difícil o después de una
crisis de enojo y la necesidad de justica, activar áreas cerebrales que busquen
la felicidad. Tal condición por demás contradictoria puede sacarnos de un
proceso ansioso, melancólico o depresivo. Las áreas cerebrales que generan
felicidad son las mismas que inducen tristeza, culpa, enojo, vergüenza y
frustración.
1. Cuando se está en la crisis emocional, el cerebro debe
hacer y contestar un par de preguntas:
¿Cuál es la causa por la que me
siento así (triste, enojado, incómodo)?
¿Me siento culpable o me siento
avergonzado?
El orgullo, el enojo, la culpa y
la vergüenza activan circuitos neuronales que nos hacen poner atención, generan
conductas poco pensadas que buscan una recompensa inmediata, la cual si se
obtiene genera felicidad.
¿Qué tienen en común llegar tarde
a una cita sumamente importante por estar en el tráfico vehicular o haberte
perdido? ¿Olvidar una promesa? ¿Que te cachen en medio de la intimidad en un
sitio inapropiado? ¿Que te regañen frente de tus amigos o compañeros?
Respuesta: la secuencia de activación del cerebro, la corteza prefrontal modula
la activación de la amígdala cerebral (que origina la emoción), la ínsula que
identifica dolor, odio y aversión, activando el núcleo accumbens que libera
dopamina, y el que exige el final feliz de todas las historias de nuestra vida.
Esta secuencia de funcionalidad anatómica la generan el orgullo, la culpa y la
vergüenza, que están atrás de todos los procesos de querer ganar o disminuir
dolor. Este proceso lo aprende el cerebro, por eso estas emociones tienen en el
fondo un proceso de aprendizaje: buscar siempre una recompensa, una ganancia
secundaria en la adversidad.
Preocuparnos (un proceso de
activación de atención anticipada a muy corto plazo) también activa este
sistema. Esto hace que el cerebro se sienta mejor cuando lo hace, disminuye su
tensión y autofrustración. No es malo preocuparnos por periodos cortos; nos
hace competitivos. El problema radica en que si nos preocupamos por más de 90
minutos por un problema, esto genera tensión que a su vez activa sistemas
hormonales que pueden ser contraproducentes para el cerebro. Una preocupación
es una activación constante de la corteza prefrontal tratando de dar lógica a
la emoción que nace del sistema límbico.
Cuando decimos “lo siento”,
sabemos agradecer, o reconocemos la falta, el cerebro libera dopamina y
serotonina, generando también relajamiento, bienestar y sensación de
certidumbre. El giro del cíngulo interpreta mejor la emoción y procura mantener
una adecuada interpretación del entorno. La corteza prefrontal aprende a
sentirse feliz con esto. Cualquier explicación nos dejará más tranquilos,
aunque sea una mentira. Por eso a veces funciona la explicación si escuchamos
lo que queremos escuchar por parte del ofensor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario