Trampantojo
No hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿O el que no
puede ver? Decidan ustedes. El caso es que un día desperté, calenté una taza de
café y me puse a leer mi periódico. Digo "mi periódico" porque ahí es
donde trabajaba. Una nota llamó mi atención. Por una cuestión que no recuerdo
hubo un desacuerdo entre un grupo de colonos y se armó una trifulca sin
víctimas de consideración. Pero una de las fotos y su pie, despertaron,
primero, mi indignación profesional y, segundo, una inquietud, una duda, una
incertidumbre. El pie decía, aproximadamente, pero sin lugar a dudas que, en el
enfrentamiento, hasta "una pobre anciana había sido agredida violentamente
por una joven". El punto chocante
del asunto era que la fotografía, en blanco y negro, mostraba exactamente lo
contrario: una anciana con el pelo entrecano, con un vestido claro, ubicada
detrás de una joven, la tironeaba del pelo. Un absoluto divorcio entre
la realidad fija de la imagen y el pie de foto. La imagen refutando taxativamente
lo que el pie decía. ¿Cómo explicar este error puramente periodístico, pero
inquietante por lo que implicaba? Entiendo que diferentes zonas del cerebro
controlan diferentes sentidos y habilidades del cuerpo: la vista, el oído, el
olfato, el tacto, el gusto, el habla, el movimiento de nuestras extremidades,
etc., etc. La pregunta es ¿el fotógrafo que tomó la foto y escribió el pie
contradictorio tenía bien conectadas las zonas cerebrales que van de la vista a
las zonas que controlan el raciocinio y la conciencia, que le hubieran
permitido interpretar correctamente la realidad que fotografió? Hoy la neurociencia nos dice que, en nuestra
percepción de la realidad, el ojo, la vista, representan sólo el 20 por ciento.
El otro 80 por ciento es la interpretación que hace el cerebro de lo que los
ojos, la vista, le hacen llegar. Inquietante. El punto es que el fotógrafo
entregó fotos y pies al reportero que tampoco notó el garrafal dislate. El
reportero entregó el material al editor(a) que tampoco lo notó. Las jefaturas
de redacción e información tampoco lo notaron. Y así se publicó. Y así aparecía
en el periódico que en ese momento yo tenía entre las manos. Pero yo
noté el dislate. ¿Y los lectores con qué se quedaron?, ¿con la información pura
y dura de la imagen, una anciana violentando a una joven, o con el pie
contradictorio que “describía” a una joven violentando a una anciana? No tengo
la respuesta. Pero si malinterpretaron el fotógrafo, el reportero, el
editor(a), las jefaturas de redacción e información ¿por qué no habrían de
hacerlo también los lectores? Me sentí en un mundo poblado posiblemente por
ciegos, por una mayoría hipnotizada por el poder de la palabra, oral o escrita.
Yo estaba confundido.
Sé que en los ojos hay un punto ciego y que el cerebro nos
engaña. A la manera de un programa de diseño que toma los píxeles que lo
rodean y "cubre" ese punto ciego mostrándonos un panorama “completo”
Podría haber una explicación psicologista más simple: si tomas a una persona cualquiera, como muestra, y le cuentas que has visto pelear a una mujer joven y a una anciana, y no le cuentas el resultado de la pelea, la persona dirá, casi seguramente: ¡Pobre viejita! Quizás eso pasó con el fotógrafo, el reportero y todos los demás filtros periodísticos: es inviable que una anciana venza a una joven y dieron por hecho lo contrario: que la joven había agredido a la anciana, contra la tajante evidencia de la foto.
También lo sé: una psique deformada, condicionada por años
por el entorno, por las vivencias personales, sanas o patológicas, pueden
también deformar nuestra percepción de la realidad, también pueden hacer una
lectura equivocada, distorsionada, de la realidad, porque esa realidad está
teñida de emociones negativas o positivas y puede llegar a tener lo mismo visiones
terroríficas, enloquecedoras o, a la inversa, puede proyectar la dorada sombra
de su vida afortunada y ver un ángel ahí donde no hay otra cosa que una persona
tan sencilla o complicada como cualquier otra o un bello jardín donde no hay
más que un patio maltrecho y descuidado.
Lo sé: un cerebro y una psique saturados de alcohol, drogas
y un sinfín de sustancias químicas que genera el propio cuerpo casi seguramente
tendrá una visión bastante retorcida de la realidad que lo circunda. Así es que
la pregunta que me hago también me hace pensar: ¿mi visión de la realidad es la
correcta, o es sólo otro trampantojo?
Deduzco que la subjetividad matiza la realidad de cada uno.
No se repiten las huellas digitales de las manos ni de los pies, los iris de
los ojos; ni siquiera los gemelos univitélicos ni los animales clonados
comparten el cien por ciento de su material genético. Desde Heráclito sabemos
que nada sucede dos veces, que nunca el mismo hombre se baña dos veces en el
mismo río, etc. En fin, que todo parece indicar que la naturaleza de la
realidad no permite, no admite la repetición. Entonces ¿por qué habrían de repetirse
los puntos de vista, las interpretaciones de una realidad siempre cambiante?
Asumo que mi punto de vista es único, pero también limitado y, probablemente,
distorsionado; y el de los demás también. Pero habida cuenta del referido
suceso de la foto y el pie que la contradecía, mi punto de vista y el de los
demás los tomo con calma y un punto de duda y de cautela. Es decir, cribándolos,
en la medida de lo posible, con la razón, la conciencia y tan lúcido como pueda
estarlo.
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