No puedo escribir poesía por ahora. Me siento demasiado sólido, compacto, monolítico, hecho de carne y hueso y sangre, sustancias todas compuestas de los elementos adscritos a la Tabla de Mendeleiev. Hierro y azufre, litio y potasio, agua y albúmina. Todo demasiado fisiológico, todo es órgano y función, incluso los estados de ánimo. No estoy para emocionalidades enfermizas, apegos sin sentido. Mi autopercepción, por hoy, cancela la poesía. ¿Qué tiene de exquisito un diente hecho de calcio o una uña de queratina o un corazón que es sólo un compendio de músculos, una bomba que en sístole y diástole dispara oxígeno?, ¿una piel que se descama todo el tiempo y se regenera según los alimentos consumidos y el metabolismo? No, hoy no estoy para poesías, hoy no hay espíritu, sólo químicos que disparan o no reacciones en los neuro-receptores de mi cerebro. Nada hay en mí que por ellos no esté condicionado. Y no me siento mal por ello.Me despido hoy de la poesía, el desequilibrio, el desbordamiento emotivo, el sufrimiento. No hay nada mal en mí. Es el mundo el que está mal, pero eso no me da para un poema y ahorita no tiene caso lamentarlo. ¿No ha estado siempre así o peor? No puedo hacer mi tema del malestar ajeno. Hoy no estoy para empatías. Me absuelvo hoy de la poesía. He caído antes pero en este preciso momento no siento necesidad de vértigo.
domingo, 13 de septiembre de 2020
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