…Y no es mi culpa, ni tuya, ni de nadie.
Si alguien se frota la nariz o se cierra una puerta.
Si sale el
sol con cubrebocas o exultando furia.
Las losas
reventadas del malecón…
Los locales
eventrados…
Destechados,
con las palapas por los suelos…
Los bares
cerrados o quebrados…
Los restaurantes
vacíos…
Los edificios
desahuciados…
Las iglesias
condenadas…
Las
feligresías dispersadas…
La fe
tambaleante…
Las calles silenciosas
y desiertas…
Las cortinas
bajadas…
Los muertos
de todos los días…
Los trabajadores
en paro, los despidos…
La fecha
incierta del regreso…
No somos Edipo
ni nuestra ciudad es Tebas.
No matamos a nuestros
padres ni nos acostamos con nuestras madres.
No trajimos nosotros
la peste a la ciudad.
No hay
culpables de ésto que nos pasa.
La pandemia
no es el castigo de un pecado…
Es un virus
ciego que oscila entre lo inerte y lo animado…
Una broma de
natura, como los terremotos o los huracanes…
Nuestro
encierro no es castigo ni es eterno.
Toma tus
pastillas y duerme sin contrición.
Créelo: la
ciencia busca una cura, no un culpable…
En este
asunto la Fiscalía General de la Nación no tiene parte.
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