viernes, 23 de julio de 2021

El otro

 

Lo que de mí no sé, quizás lo sepa lo que no sé de mí. Apenas entregado al sueño, rendido al inconsciente, el otro, usurpando nombres del santoral, volviéndolos laicos y profanos, despierta no sonámbulo, sino ávido, lúcido, alerta, calculador, decidido; se levanta de mi cama, se baña, se afeita, se perfuma, se pone mis mejores trapos, escapa sigiloso de la casa y, una vez en la calle, pisando fuerte, caminando seguro, se apodera de la ciudad y de la noche, de sus bares, su alcohol, sus sicotrópicos, canta y baila en público sin inhibiciones en las pistas, organiza y participa en las orgías, encabeza lo que, según él, la moral hipócrita, tuerta, califica de crimen organizado y arrebata, recupera a punta de pistola y metralleta, de las manos de políticos y ricos, lo único que tienen y que es su riqueza mal habida; después la devuelve a los pobres, víctimas del original despojo. Pero se guarda un porcentaje y lo atesora en cuentas bancarias cuyas tarjetas y claves de acceso él sólo conoce. Ese otro, nocturno, tiene casas cuyos interiores rebosan libros, conocimientos, abundancia y lujos que al José Luis de la vigilia están vedados. Tiene del amor y de la vida, de la felicidad y la plenitud, de la realidad, una más honda comprensión sustentada en sus vivencias sin tapujos. Escribe y publica, con múltiples seudónimos, libros insuflados de espíritu y de vida, profundos y aleccionadores, modelados en su existencia alterna. Tiene éxito y seguidores porque no pretende hacer arte sino extender un credo, un compromiso con la vida, la verdad y la justicia. No sé cómo resuelve las paradojas, las contradicciones. Sus hondas, sus extremas vivencias sustentan su carisma. Ha matado muchas veces y no teme a la sangre. Ahí donde él está se impone su presencia. Toda mediocridad se eclipsa. Entiende todo de mí mientras que yo apenas lo intuyo. Y, sabiéndolo, me tilda de pusilánime, cobarde, castrado, inconsistente. Liberado de la camisa de fuerza que es el superyó, de la moral que sólo respetan los pobres diablos y los débiles, me desprecia, quizás justificadamente. Por eso debe ocultarse de mí, apropiarse de ese inconsciente que conforma el 95 por ciento de mi psique y regirlo e imponer sus propias leyes. Yo imagino y él concreta. Para que no lo delate, regresa de madrugada a la casa y al cuerpo común que compartimos, suprime posibles rastros de su quehacer extremo, y, después, me concede unos cuantos minutos de descanso, sueño, tregua. No es suficiente. Sólo me deja habitar el 5 por ciento de mi psique, lo que yo entiendo por conciencia y por vigilia. Despierto extenuado, agotado en lo físico y lo anímico. Eso explica lo frustrante, lo trabajoso, lo difícil de mis días. Ante el sol estoy hecho un idiota, un desperdicio que ya casi no es humano. Ese otro, embozado en la sombra del inconsciente y de la noche, me desangra, me vampiriza, me desgasta. Tiene una vida más interesante que la mía. Pero sus excesos me tienen a un paso de la tumba. Y, si yo muero, tampoco él sobrevivirá. Transcribo esto con la esperanza de que le llegue la advertencia. No sé cómo, porque el cerebro, sustrato de la mente, es complicado. A él la muerte, suya y mía, no le importan. Lo que importa es preservar, extender, fortalecer la obra. Lo que sea que signifique eso. Lo más probable es que desoiga, descarte mi llamado a la contención y la mesura, y decida proseguir su prolífica existencia de dandy y Chucho el Roto. Lo que más me avergüenza es que ese otro, que ya no sé si participa de mí o me ha excluido del todo, tiene más elam vital, más inteligencia y decisión que yo. Más realidad, más peso. Para sus incontables seguidores, también en la oscuridad y el anonimato, él ya es una leyenda. Yo, apenas un prescindible escriba.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

33 grados a la sombra

Casi las 14:00 horas. Alrededor del mediodía desperté. Un silencio que no dice nada. En la lengua nicotina y cafeína. En cuerpo y pi...