Despojado de toda humanidad,
no hay más que bestialidad
en el festejo tribal de tus “victorias”.
Y el fragor de tus tambores
ofenden Tierra, cielo, vida.
Tus carcajadas salvajes gritan tu enfermedad.
Pero no siendo médico no sé cómo curarte.
La empatía hay que ganársela.
No despiertas compasión, sino asco y rechazo.
Vivir al costado de tu infierno
me ha hecho resiliente.
Y aquí estoy, casi tan deshumanizado como tú,
fruto de tus obras,
deseándote la muerte cruenta
que para mí deseas,
pero que tú mereces desde hace décadas.
Si mueres antes,
yo tendré respeto por tus deudos
y me abstendré de fiesta.
Si ocurriera al revés,
no hay nada que explicar.
Conozco tu respuesta.
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