Y febrero está en febrero,
donde debe estar, en el invierno.
Lejos de las fiebres de mayo y junio.
Todo está como debiera.
Coletazos fríos con norte,
pronóstico de lluvias,
que tendrán lugar o no.
Pero febrero está en febrero
y no hay queja por ello.
Sólo hay que cubrirse más
cuando se es viejo;
que los jóvenes,
aunque bien cubiertos,
conservan, naturalmente,
la tibieza de sus cuerpos.
Sea la taza de vidrio o metal
ellos la entibian con su sólo tacto,
sin mediación de guantes.
Que casi todo, o todo, está como debiera,
aún si yo no lo comprendo.
Ni queja ni alabanza:
naturalidad, naturaleza.
Vestirse y desvestirse.
Así nosotros como los árboles.
Ellos deshojados, secos,
y, nosotros, vestidos
y arrebujados.
Té o café caliente
en el buró, escuchando música
o leyendo, es decir, explorando
los climas interiores y exteriores
de nuestros semejantes de otras partes.
Antes y ahora.
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