Desconozco donde tu cuerpo
empieza,
ni si donde termina es
importante,
pues la luz de la luna está
menguante
y en mi propia ebriedad mi pie
tropieza.
Breve es la superficie de mi
pieza,
mi piel de tu sudor equidistante,
más precario el suspiro que el
instante
en que mi mano toca la tibieza
del flujo de tu sangre que
vibrante
en mi cama se tiende
esclarecida.
Náufrago de cerveza
coruscante,
marinero olvidado del
sextante,
cohete, pólvora, mecha que
encendida
chisporrotea de deseo
apremiante.
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