viernes, 17 de junio de 2022

Estrés, respuesta hormonal y enfermedad


Jorge Téllez-Vargas

 

El estrés es el precio
que paga el hombre por vivir
Hans Selye

 

“Todos conocemos por nuestra experiencia, por nuestras lecturas y a través de los programas de divulgación de las diferentes sociedades médicas que los principales factores de riesgo para sufrir un infarto cardiaco son la hipertensión arterial, el aumento de las cifras de colesterol, el consumo de cigarrillo, la vida sedentaria y la historia familiar de padecimientos cardíacos.

Es lógico esperar que estos cinco factores puntuaran muy alto en la encuesta realizada en Massachusetts por el departamento de Salud, Educación y Bienestar del estado, pero los investigadores se encontraron con una sorpresa: los dos factores de riesgo más importantes para la enfermedad coronaria son la insatisfacción laboral y la escasa felicidad personal.”

 

 Introducción

El vocablo estrés deriva del latín stringere, que significa "provocar tensión". Es un concepto tomado de la física por el endocrinólogo canadiense HANS SELYE (1954), para denominar la tensión que deben soportar los animales y el hombre en su proceso de adaptación.

Desde el punto de vista médico no existe, actualmente, una definición de estrés que sea universalmente aceptada. El término ha perdido su significado original y se ha convertido en sinónimo de las tensiones del diario vivir y de nuestros comportamientos frente a ellas. Con frecuencia tratamos de justificar nuestros enfados o nuestras crisis de explosividad emocional, con la manida frase:

 - Es el estrés. Estoy irritable por el estrés. El trabajo en la oficina es muy pesado.

En algunas oportunidades, después de examinar al paciente que ha consultado por diversas dolencias digestivas y un dolor de cabeza global y sordo, le hemos comunicado el diagnóstico:

 - Tienes estrés. Debes manejar el estrés y relajarte.

Todos conocemos por nuestra experiencia, por nuestras lecturas y a través de los programas de divulgación de las diferentes sociedades médicas que los principales factores de riesgo para sufrir un infarto cardiaco son la hipertensión arterial, el aumento de las cifras de colesterol, el consumo de cigarrillo, la vida sedentaria y la historia familiar de padecimientos cardíacos.

Es lógico esperar que estos cinco factores puntuaran muy alto en la encuesta realizada en Massachusetts por el departamento de Salud, Educación y Bienestar del estado, pero los investigadores se encontraron con una sorpresa: los dos factores de riesgo más importantes para la enfermedad coronaria son la insatisfacción laboral y la escasa felicidad personal.

Para el hombre de las post-modernidad las pérdidas afectivas, las crisis de valores, la pérdida de la autoestima, el temor a perder el amor de los demás, el miedo a ser abandonado por el grupo, se han convertido en estresores intensos.

El estrés psicológico es mediado por el hipotálamo, estructura encargada de coordinar las respuestas emocionales, las secreciones hormonales, la respuesta inmune y las funciones vitales y adaptativas como el sueño, el hambre, la sed, y la respuesta sexual y mantener estrechas conexiones con el lóbulo frontal y con la amígdala del hipocampo, estructura encargada de

almacenar nuestra memoria sensorial. El equipo biológico así conformado es perfecto y eficiente. El lóbulo frontal percibe el peligro, la amígdala coteja la información con su archivo emocional y el hipotálamo estimula secreciones hormonales, que en milésimas de segundo, originan una respuesta de adaptación integral, que será coordinada por el lóbulo frontal. A diferencia de la respuesta originada frente al estresor físico que es universal y autónoma, la respuesta frente al estrés psicológico es variable en duración y puede ser modificada e intensificada por nosotros mismos.

El hombre ha aprendido a amar y a temer al cambio. Cada nuevo cambio pone en juego su capacidad de adaptación y sus magníficos controles biológicos para mantener la homeostasis, para mantenerse en equilibrio consigo mismo y con el universo.

Trabajar o no trabajar son dos opciones igual de estresantes. Quienes tienen una ocupación experimentan estrés porque trabajan demasiado y no tienen tiempo para su familia o su crecimiento personal y quienes carecen de trabajo se encuentran estresados porque se sienten limitados, inútiles y sin futuro.

El cansancio en la labor de cada día está originado por diferentes causas: la rutina y exigencias de la tarea, el aislamiento del resto de los colegas o estar acompañado por grupos de personas desconocidas, el ambiente del trabajo, el ruido, el tipo de contrato, el salario, las presiones en el rendimiento diario, la convivencia humana heterogénea y conflictiva y la presión por la producción y cumplimiento de indicadores de gestión.

El trabajo desarrollado en casa por la mujer también origina estrés. Para ella constituyen factores de riesgo para su salud mental, el matrimonio tradicional, las labores de ama de casa, tener tres o más hijos bajo su cuidado, el cuidado de sus nietos, la falta de apoyo de su esposo y familiares y la falta de comunicación confidencial e íntima con su pareja. Por el contrario, actúan como factores protectores, el tener un trabajo fuera de casa que sea satisfactorio y adecuadamente remunerado y el pertenecer a grupos sociales, artísticos, políticos o religiosos.

Los métodos, procedimientos, normas y procesos de trabajo también son causas del cansancio laboral. Un estudio publicado por la Fundación Europea para el desarrollo de las condiciones de trabajo, revela que un 29% de los trabajadores españoles trabajan bajo la presión de las prisas, un 43% realizan tareas cortas y repetitivas y un 44% no puede cambiar las rutinas de sus métodos de trabajo.

La presión por producir, por competir, por conseguir nuevas metas, por ser mejores en ese afán de superarlos a todos, por sentirnos únicos, irrepetibles e irremplazables nos ha transformado en individuos con una gran carga de insatisfacción laboral y de efímeros instantes de felicidad personal. Nos ha aislado de nosotros mismos. Ha cambiado nuestro derrotero y nuestra historia genética.

Nos hemos acostumbrado a vagar tristes y solitarios en nuestros pensamientos, a soñar con un día de veintiocho horas para trabajar, a esperar que el internet y la televisión acojan y entretengan a nuestros hijos; a esperar el regreso a casa, no para descansar y recuperar las fuerzas al calor del afecto, sino para relajarnos con un buen trago y aguardar que las horas de insomnio sean suficientes para planear la dura jornada del próximo día.

Las investigaciones epidemiológicas muestran que la depresión origina igual frecuencia de arritmias cardiacas y de complicaciones después de un infarto de miocardio que el tabaquismo y que aumenta el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular.

La producción despiadada y la globalización del mercado han roto el equilibrio entre el cuerpo, la mente, el cerebro y el universo de los seres humanos y nos ha colocado frente a un futuro incierto y peligroso.

Para la Organización Mundial de Salud, en el año 2020 la enfermedad depresiva será la tercera dolencia en el mundo. Hoy la padecen cerca de 420 millones de personas de las cuales el 15%, en su mayoría jóvenes, en pleno vigor productivo, sucumben al suicidio y otro 12% lo hace frente a las drogas.

El Ministerio de Salud calcula que el 30% de los colombianos padecen hipertensión arterial. A nivel mundial los trabajos de investigación señalan que los lunes, en las mañanas, son los días de mayor número de infartos demiocardio. En el Japón, el karoshi o muerte por estrés, es más frecuente que en los otros países desarrollados y las cifras contrastan con las obtenidas antes de que el Japón se convirtiera en un país del primer mundo y dejara a un lado los elementos integradores de la cultura oriental, a la cual ha estado ligado ancestralmente.

Todos padecemos el estrés pero no estamos condenados a perecer frente al estrés crónico.

 

(…)


Estrés y depresión

 El estudio de KENDLER (1995) demostró la importancia de los factores genéticos en la génesis de los cuadros depresivos y la presencia de un evento desencadenante en el 75% de las crisis depresivas y la menor incidencia de síntomas depresivos en ausencia de estresores medioambientales o de crisis vitales.

Los individuos sometidos a un estrés prolongado e intenso con frecuencia presentan crisis de ansiedad y de depresión. El abuso sexual y el maltrato físico en la infancia muestran correlación con una mayor frecuencia de episodios depresivos en la edad adulta. De otra parte, los individuos con personalidad obsesiva o dependiente, que les limita el afrontamiento del estrés en forma exitosa, son más proclives a sucumbir a la enfermedad depresiva.

En la depresión por estrés prolongado y repetido se produce un fenómeno de hipo-regulación de los receptores de glucocorticoides en el hipocampo que disminuye la sensibilidad de los receptores a la retroalimentación negativa y merced a este mecanismo se prolonga la duración de la hipercortisolemia, que produce atrofia en las neuronas del hipocampo e hipersecreción de glucocorticoides cerebrales. Por esta razón, en los pacientes deprimidos se observa aumento del cortisol plasmático y alteración del ritmo de secreción circadiana de esta hormona, como se puede evidenciar en la prueba de supresión de la dexametasona.

Figura 7.6

Por otra parte, la acción de la CRH sobre el locus ceruleus origina un aumento en la actividad de la tirosina hidroxilasa la enzima reguladora de la síntesis de noradrenalina, cuya producción disminuye ostensiblemente en el estrés prolongado por agotamiento de la enzima reguladora y origina síntomas depresivos como consecuencia de la menor biodisponibilidad del neurotransmisor.

Los resultados de las investigaciones han puesto de manifiesto los aspectos neurobiológicos que nos permiten explicar la asociación frecuente entre estrés crónico, depresión e hipotiroidismo. El estrés prolongado suprime la actividad del tiroides, la secreción de la hormona de crecimiento e inhibe la respuesta sexual. En pacientes deprimidos es frecuente observar hipotiroidismo clínico y subclínico asociado a la presencia de estresores intensos y permanentes.

Las alteraciones de la actividad del eje HPA se observa también en los familiares en primer grado de los pacientes deprimidos, aun cuando no hayan experimentado depresión. Es posible que esta respuesta sea hereditaria y que se manifieste, como lo comentamos anteriormente, en rasgos como el neuroticismo en mujeres y tendencia al aislamiento en hombres, rasgos que indudablemente están relacionados con una mayor vulnerabilidad a padecer depresión.

Los cambios estructurales y funcionales que tienen lugar como consecuencia del estrés crónico son la reducción en volumen, tamaño neuronal y densidad, junto con alteraciones en el flujo sanguíneo cerebral y el metabolismo de la glucosa en corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo, zonas que juegan un papel crucial en el control de las emociones, la memoria y el aprendizaje.

Se ha observado reducción del volumen de la corteza medial subgenual hasta en un 40%, con reducción de las células gliales que juegan un papel importante en la remoción del glutamato en la sinapsis. Además hay disminución de la arborización y de las espinas dendríticas que sugieren alteración de la neuroplasticidad, que contribuye a su vez, en incrementar la pérdida del volumen neuronal y la duración y severidad de la depresión. Como lo señala GOLD (2015) los cambios cognitivos observados en la respuesta normal al estrés se exageran en la depresión y el paciente además de las alteraciones en la memoria de trabajo, evoca constantemente los recuerdos con significado negativo y mantiene el estado cognitivo en Hot Cognition, en un estado que algunos clínicos denominan “rumiación del pensamiento negativo”. El incremento en la internalización de los estímulos emocionales negativos influye en forma negativa en la autoimagen y la autoestima, incrementando la intensidad y duración del cuadro depresivo.

Asimismo, se ha registrado una menor densidad de las células gliales de soporte, consideradas fundamentales en la comunicación entre las células nerviosas, lo cual es especialmente relevante en la disminución del volumen de la corteza prefrontal y del hipocampo y que podría explicar algunos de los cambios emocionales que se observan en individuos con depresión.

La actividad del núcleo accumbens está disminuida en los pacientes deprimidos, así como el sistema de recompensa y aprendizaje, de tal manera que existe una correlación negativa entre la anhedonia (o incapacidad para sentir placer) y la falta de motivación con la respuesta del núcleo accumbens a las señales de recompensa. De esta manera a medida que se intensifica la depresión se incrementa la anhedonia y si la anhedonia se hace más intensa, también se intensifican los síntomas depresivos.

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