Jorge Téllez-Vargas
que paga el hombre por vivir
“Todos conocemos por nuestra experiencia, por nuestras
lecturas y a través de los programas de divulgación de las diferentes
sociedades médicas que los principales factores de riesgo para sufrir un
infarto cardiaco son la hipertensión arterial, el aumento de las cifras de
colesterol, el consumo de cigarrillo, la vida sedentaria y la historia familiar
de padecimientos cardíacos.
Es lógico esperar que estos cinco factores puntuaran muy
alto en la encuesta realizada en Massachusetts por el departamento de Salud,
Educación y Bienestar del estado, pero los investigadores se encontraron con
una sorpresa: los dos factores de riesgo más importantes para la enfermedad coronaria
son la insatisfacción laboral y la escasa felicidad personal.”
El vocablo estrés deriva del latín stringere, que significa
"provocar tensión". Es un concepto tomado de la física por el
endocrinólogo canadiense HANS SELYE (1954), para denominar la tensión que deben
soportar los animales y el hombre en su proceso de adaptación.
Desde el punto de vista médico no existe, actualmente, una
definición de estrés que sea universalmente aceptada. El término ha perdido su
significado original y se ha convertido en sinónimo de las tensiones del diario
vivir y de nuestros comportamientos frente a ellas. Con frecuencia tratamos de
justificar nuestros enfados o nuestras crisis de explosividad emocional, con la
manida frase:
- Es el estrés. Estoy
irritable por el estrés. El trabajo en la oficina es muy pesado.
En algunas oportunidades, después de examinar al paciente
que ha consultado por diversas dolencias digestivas y un dolor de cabeza global
y sordo, le hemos comunicado el diagnóstico:
- Tienes estrés.
Debes manejar el estrés y relajarte.
Todos conocemos por nuestra experiencia, por nuestras
lecturas y a través de los programas de divulgación de las diferentes
sociedades médicas que los principales factores de riesgo para sufrir un
infarto cardiaco son la hipertensión arterial, el aumento de las cifras de
colesterol, el consumo de cigarrillo, la vida sedentaria y la historia familiar
de padecimientos cardíacos.
Es lógico esperar que estos cinco factores puntuaran muy
alto en la encuesta realizada en Massachusetts por el departamento de Salud,
Educación y Bienestar del estado, pero los investigadores se encontraron con
una sorpresa: los dos factores de riesgo más importantes para la enfermedad coronaria
son la insatisfacción laboral y la escasa felicidad personal.
Para el hombre de las post-modernidad las pérdidas
afectivas, las crisis de valores, la pérdida de la autoestima, el temor a
perder el amor de los demás, el miedo a ser abandonado por el grupo, se han
convertido en estresores intensos.
El estrés psicológico es mediado por el hipotálamo, estructura
encargada de coordinar las respuestas emocionales, las secreciones hormonales,
la respuesta inmune y las funciones vitales y adaptativas como el sueño, el hambre,
la sed, y la respuesta sexual y mantener estrechas conexiones con el lóbulo
frontal y con la amígdala del hipocampo, estructura encargada de
almacenar nuestra memoria sensorial. El equipo biológico así
conformado es perfecto y eficiente. El lóbulo frontal percibe el peligro, la
amígdala coteja la información con su archivo emocional y el hipotálamo
estimula secreciones hormonales, que en milésimas de segundo, originan una
respuesta de adaptación integral, que será coordinada por el lóbulo frontal. A
diferencia de la respuesta originada frente al estresor físico que es universal
y autónoma, la respuesta frente al estrés psicológico es variable en duración y
puede ser modificada e intensificada por nosotros mismos.
El hombre ha aprendido a amar y a temer al cambio. Cada
nuevo cambio pone en juego su capacidad de adaptación y sus magníficos
controles biológicos para mantener la homeostasis, para mantenerse en
equilibrio consigo mismo y con el universo.
Trabajar o no trabajar son dos opciones igual de
estresantes. Quienes tienen una ocupación experimentan estrés porque trabajan demasiado
y no tienen tiempo para su familia o su crecimiento personal y quienes carecen
de trabajo se encuentran estresados porque se sienten limitados, inútiles y sin
futuro.
El cansancio en la labor de cada día está originado por
diferentes causas: la rutina y exigencias de la tarea, el aislamiento del resto
de los colegas o estar acompañado por grupos de personas desconocidas, el
ambiente del trabajo, el ruido, el tipo de contrato, el salario, las presiones
en el rendimiento diario, la convivencia humana heterogénea y conflictiva y la presión
por la producción y cumplimiento de indicadores de gestión.
El trabajo desarrollado en casa por la mujer también origina
estrés. Para ella constituyen factores de riesgo para su salud mental, el
matrimonio tradicional, las labores de ama de casa, tener tres o más hijos bajo
su cuidado, el cuidado de sus nietos, la falta de apoyo de su esposo y
familiares y la falta de comunicación confidencial e íntima con su pareja. Por
el contrario, actúan como factores protectores, el tener un trabajo fuera de
casa que sea satisfactorio y adecuadamente remunerado y el pertenecer a grupos
sociales, artísticos, políticos o religiosos.
Los métodos, procedimientos, normas y procesos de trabajo
también son causas del cansancio laboral. Un estudio publicado por la Fundación
Europea para el desarrollo de las condiciones de trabajo, revela que un 29% de
los trabajadores españoles trabajan bajo la presión de las prisas, un 43%
realizan tareas cortas y repetitivas y un 44% no puede cambiar las rutinas de
sus métodos de trabajo.
La presión por producir, por competir, por conseguir nuevas
metas, por ser mejores en ese afán de superarlos a todos, por sentirnos únicos,
irrepetibles e irremplazables nos ha transformado en individuos con una gran
carga de insatisfacción laboral y de efímeros instantes de felicidad personal.
Nos ha aislado de nosotros mismos. Ha cambiado nuestro derrotero y nuestra historia
genética.
Nos hemos acostumbrado a vagar tristes y solitarios en
nuestros pensamientos, a soñar con un día de veintiocho horas para trabajar, a
esperar que el internet y la televisión acojan y entretengan a nuestros hijos;
a esperar el regreso a casa, no para descansar y recuperar las fuerzas al calor
del afecto, sino para relajarnos con un buen trago y aguardar que las horas de insomnio
sean suficientes para planear la dura jornada del próximo día.
Las investigaciones epidemiológicas muestran que la
depresión origina igual frecuencia de arritmias cardiacas y de complicaciones
después de un infarto de miocardio que el tabaquismo y que aumenta el riesgo de
sufrir un accidente cerebrovascular.
La producción despiadada y la globalización del mercado han
roto el equilibrio entre el cuerpo, la mente, el cerebro y el universo de los
seres humanos y nos ha colocado frente a un futuro incierto y peligroso.
Para la Organización Mundial de Salud, en el año 2020 la
enfermedad depresiva será la tercera dolencia en el mundo. Hoy la padecen cerca
de 420 millones de personas de las cuales el 15%, en su mayoría jóvenes, en
pleno vigor productivo, sucumben al suicidio y otro 12% lo hace frente a las
drogas.
El Ministerio de Salud calcula que el 30% de los colombianos
padecen hipertensión arterial. A nivel mundial los trabajos de investigación
señalan que los lunes, en las mañanas, son los días de mayor número de infartos
demiocardio. En el Japón, el karoshi o muerte por estrés, es más frecuente que en
los otros países desarrollados y las cifras contrastan con las obtenidas antes
de que el Japón se convirtiera en un país del primer mundo y dejara a un lado
los elementos integradores de la cultura oriental, a la cual ha estado ligado
ancestralmente.
Todos padecemos el estrés pero no estamos condenados a
perecer frente al estrés crónico.
(…)
Estrés y depresión
Los individuos sometidos a un estrés prolongado e intenso
con frecuencia presentan crisis de ansiedad y de depresión. El abuso sexual y
el maltrato físico en la infancia muestran correlación con una mayor frecuencia
de episodios depresivos en la edad adulta. De otra parte, los individuos con personalidad
obsesiva o dependiente, que les limita el afrontamiento del estrés en forma
exitosa, son más proclives a sucumbir a la enfermedad depresiva.
En la depresión por estrés prolongado y repetido se produce
un fenómeno de hipo-regulación de los receptores de glucocorticoides en el
hipocampo que disminuye la sensibilidad de los receptores a la
retroalimentación negativa y merced a este mecanismo se prolonga la duración de
la hipercortisolemia, que produce atrofia en las neuronas del hipocampo e
hipersecreción de glucocorticoides cerebrales. Por esta razón, en los pacientes
deprimidos se observa aumento del cortisol plasmático y alteración del ritmo de
secreción circadiana de esta hormona, como se puede evidenciar en la prueba de supresión
de la dexametasona.
Figura 7.6
Por otra parte, la acción de la CRH sobre el locus ceruleus
origina un aumento en la actividad de la tirosina hidroxilasa la enzima
reguladora de la síntesis de noradrenalina, cuya producción disminuye
ostensiblemente en el estrés prolongado por agotamiento de la enzima reguladora
y origina síntomas depresivos como consecuencia de la menor biodisponibilidad
del neurotransmisor.
Los resultados de las investigaciones han puesto de
manifiesto los aspectos neurobiológicos que nos permiten explicar la asociación
frecuente entre estrés crónico, depresión e hipotiroidismo. El estrés
prolongado suprime la actividad del tiroides, la secreción de la hormona de
crecimiento e inhibe la respuesta sexual. En pacientes deprimidos es frecuente
observar hipotiroidismo clínico y subclínico asociado a la presencia de
estresores intensos y permanentes.
Las alteraciones de la actividad del eje HPA se observa
también en los familiares en primer grado de los pacientes deprimidos, aun
cuando no hayan experimentado depresión. Es posible que esta respuesta sea
hereditaria y que se manifieste, como lo comentamos anteriormente, en rasgos
como el neuroticismo en mujeres y tendencia al aislamiento en hombres, rasgos
que indudablemente están relacionados con una mayor vulnerabilidad a padecer depresión.
Los cambios estructurales y funcionales que tienen lugar
como consecuencia del estrés crónico son la reducción en volumen, tamaño neuronal
y densidad, junto con alteraciones en el flujo sanguíneo cerebral y el
metabolismo de la glucosa en corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo,
zonas que juegan un papel crucial en el control de las emociones, la memoria y
el aprendizaje.
Se ha observado reducción del volumen de la corteza medial
subgenual hasta en un 40%, con reducción de las células gliales que juegan un
papel importante en la remoción del glutamato en la sinapsis. Además hay disminución
de la arborización y de las espinas dendríticas que sugieren alteración de la
neuroplasticidad, que contribuye a su vez, en incrementar la pérdida del
volumen neuronal y la duración y severidad de la depresión. Como lo señala GOLD
(2015) los cambios cognitivos observados en la respuesta normal al estrés se
exageran en la depresión y el paciente además de las alteraciones en la memoria
de trabajo, evoca constantemente los recuerdos con significado negativo y
mantiene el estado cognitivo en Hot Cognition, en un estado que algunos
clínicos denominan “rumiación del pensamiento negativo”. El incremento en la internalización
de los estímulos emocionales negativos influye en forma negativa en la
autoimagen y la autoestima, incrementando la intensidad y duración del cuadro
depresivo.
Asimismo, se ha registrado una menor densidad de las células
gliales de soporte, consideradas fundamentales en la comunicación entre las
células nerviosas, lo cual es especialmente relevante en la disminución del
volumen de la corteza prefrontal y del hipocampo y que podría explicar algunos
de los cambios emocionales que se observan en individuos con depresión.
La actividad del núcleo accumbens está disminuida en los
pacientes deprimidos, así como el sistema de recompensa y aprendizaje, de tal manera
que existe una correlación negativa entre la anhedonia (o incapacidad para
sentir placer) y la falta de motivación con la respuesta del núcleo accumbens a
las señales de recompensa. De esta manera a medida que se intensifica la
depresión se incrementa la anhedonia y si la anhedonia se hace más intensa,
también se intensifican los síntomas depresivos.
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