martes, 7 de abril de 2020

Miradas cifradas

Padezco las miradas. Y las recibo de todo tipo. Lánguidas miradas de vaca o
reconcentradas miradas de halcón. Miradas frontales y miradas de reojo. Miradas en
escorzo. Miradas que son fulgurantes escaneos de segundos o lentas y morosas
miradas que parecen durar siglos. Miradas de esperanza, de ambición, de codicia, de
falsa indiferencia. Miradas soñadoras, ansiosas, desesperadas, reposadas, miradas
de “sólo por no dejar”.
Me ausculta con meticulosidad el médico, pero no soy un enfermo. Periodistas,
abogados, obreros, amas de casas; hombres y mujeres, sanos y enfermos, no
escapan a mi atracción. Incluso hay quienes me miran con lascivia, pero no soy ni
una puta ni un gigoló. Sólo los muy hermosos o los contrahechos reciben tanta atención
como yo. Miradas que se van y que regresan obsesivas.
Miradas inquisitivas que esperan de mí una respuesta positiva, que finalmente sólo
daré a los muy afortunados. Y aunque la mayoría de mis
adeptos sale defraudado, casi siempre vuelven a mí. No todos pueden llevarme
entero. La mayoría se conforma con algunos de mis pedazos.
Finalmente, el cristal que me resguarda no es protección sino ofrecimiento. El último
cliente ha pedido en ventanilla tres cachitos del 26631. Tiente a su suerte y lléveme.
Conmigo, su esperanza se mantendrá viva.

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