sábado, 19 de febrero de 2022

Deriva sosegada…

 










El día es un mero trámite.
Transcurre indiferente a mí
y yo a él, sintonizados.
Algo de su gris se me entroniza,
algo de su frío y de su invierno.
Nada por hacer, ningún pendiente,
ningún hito memorable
en sus 24 esquinas.
Hoy no es como ayer ni,
tal vez, como mañana.
Hoy es hoy, niebla detenida.
Descarto podcasts,
videos musicales,
radio, libros.
Nada me despierta nada.
Contra mi costumbre,
apenas con un café
y un atole de avena
en el estómago,
me sirvo mi primer tequila.
No sé si soy yo o él quien esto escribe.
A cuatro manos, es seguro.
Pero no hay duda que,
excepto la hora y el ayuno
en que lo bebo,
el tequila tampoco marca un hito.
Lo conozco demasiado bien
y él me conoce.
No logro mi objetivo.
No es embriagarme,
sino marcar en su decurso
con una señal el transcurrir del día.
No habrá un segundo caballito
que transite por mi esófago.
No tiene sentido si no surte un efecto
en la continuada parálisis del día.
Es una resignación que es un fracaso.
Quizás eso esté bien
y me acostumbre a estar sólo conmigo
sin prótesis alcohólica, sin voz humana
y sin letras, propias o ajenas.
Sólo esta dejadez
que debiera ser descanso
y es tumba de mis expectativas.
Tanto sosiego me incomoda.
Algo debiera suceder y no sucede…
Pero sólo percibo decadencia inerte.
¿Es mi psique la que falla o es el día?
Eso, tal vez, es lo de menos…
Probablemente debiera agradecerlo.

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