La belleza: creada de manera tan palpable y flagrante para ser amada por toda la eternidad
Incógnito. Las vidas secretas del cerebro
David Eagleman
(Anagrama, Colección Argumentos)
¿Por qué la gente se siente
atraída por los jóvenes y no por las personas mayores? ¿De verdad son las
rubias más divertidas? ¿Por qué una persona a la que apenas le hemos echado un
vistazo parece más atractiva que otra a la que hemos mirado de manera prolongada?
En este punto no le sorprenderá descubrir que nuestra idea de la belleza está
profundamente impresa (y de manera inaccesible) en el cerebro, y todo con el
propósito de conseguir algo biológicamente útil.
Piense de nuevo en la persona más hermosa que conoce. Bien proporcionada, enseguida cae bien, su personalidad es magnética. Nuestros cerebros están exquisitamente afinados para fijarse en esos rasgos. Simplemente a causa de unos pequeños detalles de simetría y estructura, esa persona disfrutará de un destino de mayor popularidad, ascensos más rápidos y una carrera de más éxito.
Lo que la gente escoge como
cualidades hermosas refleja primordialmente señales de fertilidad provocadas
por cambios hormonales. Hasta la pubertad, las caras y las formas corporales de
los chicos y las chicas son parecidos. El aumento de estrógeno en las chicas
pubescentes les proporciona unos labios más carnosos, mientras que la
testosterona produce en los chicos una barbilla más prominente, la nariz más
grande y la mandíbula más amplia. El estrógeno hace crecer los pechos y las
nalgas, mientras que la testosterona favorece el crecimiento de los músculos y
crea unos hombros más anchos. Así pues, en una mujer, unos labios carnosos,
unas buenas nalgas y una cintura estrecha transmiten un mensaje claro: Estoy
llena de estrógenos y soy fértil. En el caso de un hombre, lo importante es la
mandíbula ancha, barba de varios días y un buen pectoral. Eso es lo que estamos
programados para encontrar hermoso. La forma refleja la función.
Nuestros programas están tan
arraigados que varían poco a través de la población. Los investigadores (así
como los proveedores de pornografía) han sido capaces de discernir una gama
sorprendentemente estrecha de proporciones femeninas que los hombres encuentran
atractivas: la relación perfecta entre la cintura y las caderas oscila entre
0,67 y 0,8. La relación cintura cadera de los desplegables de Playboy ha
permanecido más o menos en el 0,7 a lo largo del tiempo, aun cuando su peso
medio ha disminuido.115 Las mujeres con una relación dentro de esta franja no
sólo son juzgadas por los hombres como las más atractivas, sino que también se
presume que son las más saludables, inteligentes y con más sentido del humor. A
medida que las mujeres se vuelven mayores, sus características cambian y se
separan de estas proporciones. Aumenta la cintura, los labios se vuelven más
finos, los pechos caen, etc., y todo ello transmite la señal de que ya han
pasado la cúspide de su fertilidad. Incluso un adolescente varón sin ninguna
educación biológica se verá menos atraído por una mujer mayor que por una
joven. Sus circuitos poseen una misión clara (la reproducción); su mente
consciente recibe sólo el titular imprescindible («¡Es atractiva, a por ella!»)
y nada más.
Y los programas nerviosos ocultos
no sólo detectan la fertilidad. No todas las mujeres fértiles son igualmente
saludables, y por tanto no parecen igualmente atractivas. El neurocientífico
Vilayanur Ramachandran bromea diciendo que ese dicho de que los caballeros las
prefieren rubias podría tener un germen de verdad biológico: las mujeres más
pálidas muestran más fácilmente signos de enfermedad, mientras que las de tez
más oscura pueden disimular mejor las imperfecciones. Tener más información
sobre la salud permite elegir mejor, por lo que son preferibles.
De manera más general, las
mujeres de cintura más delgada que la de esta horquilla se ven como más
agresivas y ambiciosas, mientras que las que tienen la cintura más ancha se
consideran amables y fieles. En otra nota, un lector me señaló que debería
reconocer las tensiones, las desventajas y los sufrimientos de ser atractivo,
sobre todo para las mujeres. Nancy Etcoff examina concienzudamente lo que se ha
escrito sobre el tema en su libro Survival of the Prettiest, donde explica que
aunque una mujer puede conseguir un trabajo por ser hermosa, a menudo es un
obstáculo a la hora de ascender.
Ramachandran, «Why do gentlemen
prefers blondes?». Tras publicar su artículo, Ramachandran afirmó que lo había
escrito a modo de broma, a modo de sátira de las teorías sociobiológicas de la
selección de pareja en los humanos (véase su libro Phantoms in the Brain). Sin
embargo, la verdad es que no es una broma en el sentido tradicional, sobre todo
porque 1) no es una afirmación necesariamente incorrecta, y 2) Ramachandran no
está dispuesto a desmentirla del todo (le otorga «menos de un 10 % de
posibilidades de ser correcta», no una posibilidad cero). Tal
como lo expresó en su publicación original en Medical Hypotheses:
Los hombres se guían más a menudo
por la vista que las mujeres, pero éstas sin duda también están sujetas a las
mismas fuerzas internas; se ven atraídas por los rasgos que proclaman la
madurez del hombre. Es interesante observar que las preferencias de las mujeres
pueden cambiar según el momento del mes: las mujeres prefieren hombres de
aspecto masculino cuando están ovulando, pero cuando no, prefieren rasgos más
suaves, que supuestamente proclaman un comportamiento más social y cariñoso.118
Aunque los programas de seducción
y asedio están controlados en gran medida por la conciencia, todo el mundo sabe
cuál es la conclusión. Por eso miles de ciudadanos de los países ricos aflojan
la pasta para que les estiren la cara, les alisen la barriga, les hagan
implantes, liposucciones y les pongan Botox. Lo hacen para conservar las llaves
que abren los programas de los cerebros de los demás.
No es de sorprender que casi no
tengamos acceso directo a los mecanismos de nuestras atracciones. En lugar de
eso, la información visual se conecta a antiguos módulos nerviosos que impulsan
nuestro comportamiento. Recordemos el experimento del primer capítulo: cuando
los hombres clasificaban la belleza de la cara de las mujeres, encontraban más
atractivas a las que tenían los ojos dilatados, pues esto era señal de interés
sexual. Pero los hombres no tenían acceso a los procesos de toma de decisiones.
«Aunque al principio pretendía
ser una sátira sobre las teorías sociobiológicas ad hoc de la selección de
pareja en los humanos, pronto comprendí que esa idea es al menos igual de
viable que otras muchas teorías de la elección de pareja en boga en la
actualidad.»
En un estudio llevado a cabo en
el laboratorio, los participantes vislumbraban brevemente fotografías de
hombres y mujeres y clasificaban su atractivo.119 Posteriormente, se les volvía
a enseñar las fotos y se les pedía que las clasificaran igual que antes, pero
esta vez disponían de todo el tiempo que deseaban para examinarlas. ¿El
resultado? Las personas que ves durante un momento son más hermosas. En otras
palabras, si vislumbras a una persona doblando una esquina o pasando en coche
rápidamente, el sistema perceptivo te dirá que es más hermosa de lo que la
considerarías en otras circunstancias. En los hombres este error de juicio es
más poderoso que en las mujeres, presumiblemente porque ellos son más visuales
a la hora de valorar el atractivo. Este «efecto vislumbre» concuerda con
nuestra experiencia cotidiana, en la que un hombre ve brevemente a una mujer y
cree haberse perdido a una singular belleza; luego, cuando ha doblado
apresuradamente la esquina, descubre que se había equivocado. El efecto es
claro, pero no la razón que hay detrás. ¿Por qué el sistema visual, contando
tan sólo con una información fugaz, siempre prefiere creer que una mujer es más
hermosa de lo que es en realidad? En ausencia de datos claros,
¿por qué su sistema perceptivo no
opta por un término medio y juzga que la mujer es del montón, o incluso por
debajo del montón? La respuesta gira en torno a las exigencias de la
reproducción. Si usted cree que una persona no atractiva a la que ha visto un
momento es hermosa, sólo hay que echarle un vistazo más prolongado para corregir el error... y eso no cuesta mucho. Por
otro lado, si se confunde y deja pasar de largo a una persona atractiva, ya le
puede decir adiós a un futuro genético potencialmente color de rosa. De manera
que el deber del sistema perceptivo consiste en hacernos creer el cuento de que
una persona que hemos visto durante un instante es atractiva. Como ocurre con
los demás ejemplos, todo lo que su cerebro consciente sabe es que acaba de
pasar una belleza increíble conduciendo en sentido contrario en medio del
tráfico; usted no posee acceso a la maquinaria nerviosa ni a las presiones
evolutivas que le han fabricado esa creencia.
Los conceptos aprendidos de la
experiencia también pueden sacar provecho de esos mecanismos integrados de la
atracción. En un estudio reciente, los investigadores comprobaron si al exponer
inconscientemente a una persona al concepto del alcohol, se estimularían
(también de manera inconsciente) los conceptos asociados con alcohol, como el
sexo y el deseo sexual.120 A los hombres se les enseñaron palabras como cerveza
o maleza, pero las palabras pasaban demasiado rápidamente para poder
percibirlas de manera consciente. Posteriormente los hombres clasificaron el
atractivo de las fotos de unas mujeres. Tras ser expuestos de manera
inconsciente a palabras relacionadas con el alcohol (como cerveza), los
sujetos clasificaban las
fotografías como más atractivas. Y en los varones que creían
más intensamente que el alcohol aumenta el deseo sexual el efecto era aún más
poderoso.
La atracción no es un concepto fijo, pero se adapta
según las necesidades de la situación.
Tomemos, por ejemplo, el concepto de estar en celo. Casi todos los mamíferos
hembras emiten señales claras cuando están en celo. En los babuinos la parte
posterior del trasero de las hembras se vuelve de un rosa intenso, una
invitación inconfundible e irresistible para el afortunado babuino macho. Las
hembras humanas, por otro lado, son únicas en el hecho de que participan en la
copulación durante todo el año. No emiten ninguna señal especial que haga
público que son fértiles.121
¿O sí? Resulta que una mujer se
considera más hermosa justo en la cúspide de fertilidad de su ciclo menstrual,
más o menos diez días antes de la menstruación.122 Lo juzgue un hombre o una
mujer, es algo cierto, y nada tiene que ver con cómo se comporte: lo perciben
incluso aquellos que miran una foto suya. Por lo que su buen aspecto transmite
su nivel de fertilidad. Sus señales son más útiles que el trasero de un
babuino, pero sólo necesitan ser lo bastante claras para estimular la
maquinaria inconsciente y especializada de los hombres de la habitación. Si es
capaz de alcanzar esos circuitos, su misión está cumplida. También puede
alcanzar el circuito de otras mujeres: las mujeres son muy sensibles al efecto
del ciclo de otras mujeres, quizá
porque eso les
permite evaluar a sus competidoras
en su pugna por conseguir varón. Todavía no está claro cuáles son los indicios
que delatan la fertilidad: podrían incluir alguna cualidad de la piel (como que
el tono se vuelva más ligero durante la ovulación) o el hecho de que las orejas
y los pechos de las mujeres se vuelven más simétricos en los días anteriores a
la ovulación.123 Sea cual sea la constelación de pistas, nuestros cerebros han
sido creados para detectarlas, mientras que la mente consciente no tiene acceso
a ellas. La mente simplemente percibe la todopoderosa e inexplicable sacudida
del deseo.
Los efectos de la ovulación y la
belleza no son sólo evaluados en el laboratorio, sino que se pueden medir en
situaciones de la vida real. Un estudio reciente llevado a cabo por unos
científicos de Nuevo México contaba las propinas conseguidas por las bailarinas
en los locales de striptease de la zona, y las relacionaba con los ciclos
menstruales de las bailarinas.124 Durante el punto más alto de su fertilidad,
las bailarinas ganaban una media de 68 dólares la hora. Cuando menstruaban,
ganaban sólo 35 dólares. Entremedio, la ganancia habitual era de unos 52
dólares. Aunque esas mujeres supuestamente actuaban con una gran capacidad de
coqueteo durante todo el mes, el cambio de fertilidad llegaba a sus ilusionados
clientes mediante cambios en el olor corporal, la piel, la relación
cintura-cadera, y probablemente también en su seguridad en sí mismas. Es
interesante observar que las bailarinas que tomaban la píldora anticonceptiva
no mostraban ningún pico claro en sus ingresos, y ganaban sólo una media
mensual de 37 dólares la hora (en comparación con la media de 53 dólares de las
bailarinas que no la tomaban). Es de presumir que ganaban menos porque la
píldora da lugar a cambios (y pistas) hormonales que indican que quien la toma
está en la primera fase de la gestación, con lo que interesaban menos a los
Casanovas del club de caballeros.
¿Qué nos dice esta investigación?
Nos dice que las bailarinas de striptease preocupadas por sus ingresos deberían
eliminar la contracepción y doblar el turno justo antes de la ovulación. Y lo
más importante, nos permite comprender que la belleza de la mujer (u hombre)
está naturalmente predestinada. No tenemos acceso consciente a los programas, y podemos comprenderlos sólo
mediante estudios concienzudos. Observemos que a los cerebros se les da
bastante bien detectar las pistas más útiles. Regresemos ahora a la persona más
hermosa que conoce, e imagine que mide la distancia entre sus ojos, así como la
longitud de su nariz, el grosor de sus labios, la forma de la barbilla, etc. Si
comparara esas medidas con las de una persona no tan atractiva, descubrirá que
las diferencias son sutiles. Pero un alienígena o un pastor alemán serían incapaces
de distinguir a los dos humanos, al igual que para nosotros resulta difícil
afirmar cuándo un alienígena o un pastor alemán es atractivo y cuándo no. Pero
las pequeñas diferencias dentro de su propia especie ejercen un gran efecto en
su cerebro.
Por ejemplo, a algunas personas
les vuelve locas ver a una mujer en unos shorts de esos tan cortos, y en cambio
encuentran que un hombre resulta repulsivo con esos mismos shorts, aun cuando
desde una perspectiva geométrica las dos imágenes sean apenas distintas.
Nuestra capacidad de llevar a cabo distinciones sutiles es exquisitamente
refinada; nuestros cerebros han sido creados para realizar las tareas
perfectamente definidas de la selección y el asedio de la pareja. Todo ello
ocurre bajo la superficie de la conciencia: simplemente disfrutamos de las
hermosas sensaciones que afloran como burbujas.
* * * *
A la hora de juzgar la belleza,
no sólo nos basamos en el sistema visual, sino que también influye el olor. El
olor transporta una gran cantidad de información, por ejemplo acerca de la edad
de la posible pareja, su sexo, fertilidad, identidad, emociones y salud. La
información se desplaza mediante una flotilla de moléculas que surcan el aire.
En muchas especies animales, esta mezcla impulsa el comportamiento casi por
completo; en los humanos, la información a menudo vuela por debajo del radar de
la percepción consciente, aunque sin embargo influye en nuestro comportamiento.
Imaginemos que le presentamos a
un ratón hembra una selección de machos con los que copular. Su elección, lejos
de ser azarosa, se basará en la interacción de su genética y la genética de sus
pretendientes. ¿Pero cómo accede la hembra a ese tipo de información oculta?
Todos los mamíferos disponen de una serie de genes conocidos como el complejo
mayor de histocompatibilidad (CMH, MHC en inglés); estos genes desempeñan un
papel clave en nuestros sistemas inmunológicos. Al planteársele la elección, el
ratón escogerá una pareja con genes CMH distintos. En biología mezclar las
reservas genéticas es siempre una buena idea: mantiene los defectos genéticos
al mínimo y conduce a una saludable interacción de los genes conocida como
vigor híbrido. Así pues, encontrar parejas genéticamente distintas resulta
útil. ¿Pero cómo lo consiguen los ratones, que están casi totalmente ciegos?
Con la nariz. Dentro de ella hay un órgano que selecciona las feromonas, unos
componentes químicos que flotan y transportan señales a través del aire,
señales que pueden dar la alarma o comunicar información acerca de cómo llegar
hasta la comida, la buena disposición sexual y, en este caso, la similitud de
diferencias genéticas.
¿Perciben y responden los humanos
a las feromonas del mismo modo que los ratones? Nadie lo sabe con seguridad,
pero investigaciones recientes han descubierto receptores en el recubrimiento
de la nariz humana exactamente igual que los que utilizan los ratones en sus
señales por feromonas.125 No está claro si nuestros receptores son funcionales,
pero la investigación conductual sugiere que sí.126 En un estudio llevado a
cabo por la Universidad de Berna, los investigadores midieron y cuantificaron los
CMH de un grupo de estudiantes masculinos y femeninos.127 A los masculinos se
les dieron camisetas de algodón para que se las pusieran, a fin de que el sudor
diario empapara bien la tela. Luego, de vuelta en el laboratorio, las hembras
hundieron la nariz en las axilas de esas camisetas y escogieron qué olor
corporal preferían.
¿El resultado? Exactamente como
los ratones, preferían los machos con un CMH más distinto. Al parecer, nuestra
nariz también influye en nuestra elección, con lo que la misión reproductiva
también vuela por debajo del radar de la conciencia.
Más allá de la reproducción, las
feromonas humanas también pueden transportar señales invisibles en otras
situaciones. Por ejemplo, los recién nacidos se mueven preferentemente hacia
una almohadilla en la que se ha frotado el pecho de la madre antes que hacia
una limpia, siguiendo, al parecer, pistas feromonales.128 Y la longitud de los
ciclos menstruales de una mujer podría llegar a cambiar después de haber olido
el sudor de la axila de otra mujer.129
Aunque está claro que las
feromonas transportan señales, se desconoce hasta qué punto influyen en el
comportamiento humano. Nuestra cognición posee tantas capas que estas pistas
han quedado reducidas a actores secundarios. Sea cual sea el papel que puedan
tener, las feromonas sirven para recordarnos que el cerebro evoluciona
continuamente: estas moléculas revelan la presencia de una herencia de software
un tanto anticuada.
120 Friedman, McCarthy, Förster y
Denzler, «Automatic effects». Incluso podría darse el caso de que otros
conceptos relacionados con el alcohol (como la sociabilidad) pudieran activarse
primándolos con palabras asociadas al alcohol, de tal manera que el simple
hecho de ver (no beber) un vaso de vino pudiera facilitar la conversación y un
mayor contacto visual. Una posibilidad más especulativa y que da más que pensar
consistiría en que ver anuncios de alcohol en la carretera podría empeorar
nuestra capacidad de conducción.
Bibliografía
120 Friedman, McCarthy, Förster y
Denzler, «Automatic effects». Incluso podría darse el caso de que otros
conceptos relacionados con el alcohol (como la sociabilidad) pudieran activarse
primándolos con palabras asociadas al alcohol, de tal manera que el simple
hecho de ver (no beber) un vaso de vino pudiera facilitar la conversación y un
mayor contacto visual. Una posibilidad más especulativa y que da más que pensar
consistiría en que ver anuncios de alcohol en la carretera podría empeorar
nuestra capacidad de conducción.
121 La ovulación oculta (así como
la fertilización interna, en oposición a poner huevos externamente) podría
haber surgido como mecanismo para alentar a los machos a prestar más atención a
sus parejas femeninas en todas las épocas del año, disminuyendo así las probabilidades
de que las abandonaran.
122 Roberts, Havlicek y Flegr,
«Female facial attractiveness increases».
125 Liberles y Buck, «A second
class». Como los humanos también transportan los genes para su familia de
receptores, es el camino más prometedor donde husmear cuando se investiga el
papel de las feromonas en los humanos.
126 Pearson, «Mouse data».
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