domingo, 13 de febrero de 2022

 


La belleza: creada de manera tan palpable y flagrante para ser amada por toda la eternidad

 

Incógnito. Las vidas secretas del cerebro
David Eagleman
(Anagrama, Colección Argumentos)

 

¿Por qué la gente se siente atraída por los jóvenes y no por las personas mayores? ¿De verdad son las rubias más divertidas? ¿Por qué una persona a la que apenas le hemos echado un vistazo parece más atractiva que otra a la que hemos mirado de manera prolongada? En este punto no le sorprenderá descubrir que nuestra idea de la belleza está profundamente impresa (y de manera inaccesible) en el cerebro, y todo con el propósito de conseguir algo biológicamente útil.

Piense de  nuevo en la persona más hermosa que conoce. Bien proporcionada, enseguida cae bien, su personalidad es magnética. Nuestros cerebros están exquisitamente afinados para fijarse en esos rasgos. Simplemente a causa de unos pequeños detalles de simetría y estructura, esa  persona  disfrutará  de un destino de mayor popularidad, ascensos más rápidos y una carrera de más éxito.

Lo que la gente escoge como cualidades hermosas refleja primordialmente señales de fertilidad provocadas por cambios hormonales. Hasta la pubertad, las caras y las formas corporales de los chicos y las chicas son parecidos. El aumento de estrógeno en las chicas pubescentes les proporciona unos labios más carnosos, mientras que la testosterona produce en los chicos una barbilla más prominente, la nariz más grande y la mandíbula más amplia. El estrógeno hace crecer los pechos y las nalgas, mientras que la testosterona favorece el crecimiento de los músculos y crea unos hombros más anchos. Así pues, en una mujer, unos labios carnosos, unas buenas nalgas y una cintura estrecha transmiten un mensaje claro: Estoy llena de estrógenos y soy fértil. En el caso de un hombre, lo importante es la mandíbula ancha, barba de varios días y un buen pectoral. Eso es lo que estamos programados para encontrar hermoso. La forma refleja la función.

Nuestros programas están tan arraigados que varían poco a través de la población. Los investigadores (así como los proveedores de pornografía) han sido capaces de discernir una gama sorprendentemente estrecha de proporciones femeninas que los hombres encuentran atractivas: la relación perfecta entre la cintura y las caderas oscila entre 0,67 y 0,8. La relación cintura cadera de los desplegables de Playboy ha permanecido más o menos en el 0,7 a lo largo del tiempo, aun cuando su peso medio ha disminuido.115 Las mujeres con una relación dentro de esta franja no sólo son juzgadas por los hombres como las más atractivas, sino que también se presume que son las más saludables, inteligentes y con más sentido del humor. A medida que las mujeres se vuelven mayores, sus características cambian y se separan de estas proporciones. Aumenta la cintura, los labios se vuelven más finos, los pechos caen, etc., y todo ello transmite la señal de que ya han pasado la cúspide de su fertilidad. Incluso un adolescente varón sin ninguna educación biológica se verá menos atraído por una mujer mayor que por una joven. Sus circuitos poseen una misión clara (la reproducción); su mente consciente recibe sólo el titular imprescindible («¡Es atractiva, a por ella!») y nada más.

Y los programas nerviosos ocultos no sólo detectan la fertilidad. No todas las mujeres fértiles son igualmente saludables, y por tanto no parecen igualmente atractivas. El neurocientífico Vilayanur Ramachandran bromea diciendo que ese dicho de que los caballeros las prefieren rubias podría tener un germen de verdad biológico: las mujeres más pálidas muestran más fácilmente signos de enfermedad, mientras que las de tez más oscura pueden disimular mejor las imperfecciones. Tener más información sobre la salud permite elegir mejor, por lo que son preferibles.

De manera más general, las mujeres de cintura más delgada que la de esta horquilla se ven como más agresivas y ambiciosas, mientras que las que tienen la cintura más ancha se consideran amables y fieles. En otra nota, un lector me señaló que debería reconocer las tensiones, las desventajas y los sufrimientos de ser atractivo, sobre todo para las mujeres. Nancy Etcoff examina concienzudamente lo que se ha escrito sobre el tema en su libro Survival of the Prettiest, donde explica que aunque una mujer puede conseguir un trabajo por ser hermosa, a menudo es un obstáculo a la hora de ascender.

Ramachandran, «Why do gentlemen prefers blondes?». Tras publicar su artículo, Ramachandran afirmó que lo había escrito a modo de broma, a modo de sátira de las teorías sociobiológicas de la selección de pareja en los humanos (véase su libro Phantoms in the Brain). Sin embargo, la verdad es que no es una broma en el sentido tradicional, sobre todo porque 1) no es una afirmación necesariamente incorrecta, y 2) Ramachandran no está dispuesto a desmentirla del todo (le otorga «menos de un 10 % de posibilidades de ser correcta», no una posibilidad  cero). Tal  como  lo expresó en  su publicación original en  Medical  Hypotheses:

Los hombres se guían más a menudo por la vista que las mujeres, pero éstas sin duda también están sujetas a las mismas fuerzas internas; se ven atraídas por los rasgos que proclaman la madurez del hombre. Es interesante observar que las preferencias de las mujeres pueden cambiar según el momento del mes: las mujeres prefieren hombres de aspecto masculino cuando están ovulando, pero cuando no, prefieren rasgos más suaves, que supuestamente proclaman un comportamiento más social y cariñoso.118

Aunque los programas de seducción y asedio están controlados en gran medida por la conciencia, todo el mundo sabe cuál es la conclusión. Por eso miles de ciudadanos de los países ricos aflojan la pasta para que les estiren la cara, les alisen la barriga, les hagan implantes, liposucciones y les pongan Botox. Lo hacen para conservar las llaves que abren los programas de los cerebros de los demás.

No es de sorprender que casi no tengamos acceso directo a los mecanismos de nuestras atracciones. En lugar de eso, la información visual se conecta a antiguos módulos nerviosos que impulsan nuestro comportamiento. Recordemos el experimento del primer capítulo: cuando los hombres clasificaban la belleza de la cara de las mujeres, encontraban más atractivas a las que tenían los ojos dilatados, pues esto era señal de interés sexual. Pero los hombres no tenían acceso a los procesos de toma de decisiones.

«Aunque al principio pretendía ser una sátira sobre las teorías sociobiológicas ad hoc de la selección de pareja en los humanos, pronto comprendí que esa idea es al menos igual de viable que otras muchas teorías de la elección de pareja en boga en la actualidad.»

En un estudio llevado a cabo en el laboratorio, los participantes vislumbraban brevemente fotografías de hombres y mujeres y clasificaban su atractivo.119 Posteriormente, se les volvía a enseñar las fotos y se les pedía que las clasificaran igual que antes, pero esta vez disponían de todo el tiempo que deseaban para examinarlas. ¿El resultado? Las personas que ves durante un momento son más hermosas. En otras palabras, si vislumbras a una persona doblando una esquina o pasando en coche rápidamente, el sistema perceptivo te dirá que es más hermosa de lo que la considerarías en otras circunstancias. En los hombres este error de juicio es más poderoso que en las mujeres, presumiblemente porque ellos son más visuales a la hora de valorar el atractivo. Este «efecto vislumbre» concuerda con nuestra experiencia cotidiana, en la que un hombre ve brevemente a una mujer y cree haberse perdido a una singular belleza; luego, cuando ha doblado apresuradamente la esquina, descubre que se había equivocado. El efecto es claro, pero no la razón que hay detrás. ¿Por qué el sistema visual, contando tan sólo con una información fugaz, siempre prefiere creer que una mujer es más hermosa de lo que es en realidad? En ausencia de datos claros,

¿por qué su sistema perceptivo no opta por un término medio y juzga que la mujer es del montón, o incluso por debajo del montón? La respuesta gira en torno a las exigencias de la reproducción. Si usted cree que una persona no atractiva a la que ha visto un momento   es           hermosa,            sólo        hay        que        echarle un          vistazo  más prolongado para corregir el error... y eso no cuesta mucho. Por otro lado, si se confunde y deja pasar de largo a una persona atractiva, ya le puede decir adiós a un futuro genético potencialmente color de rosa. De manera que el deber del sistema perceptivo consiste en hacernos creer el cuento de que una persona que hemos visto durante un instante es atractiva. Como ocurre con los demás ejemplos, todo lo que su cerebro consciente sabe es que acaba de pasar una belleza increíble conduciendo en sentido contrario en medio del tráfico; usted no posee acceso a la maquinaria nerviosa ni a las presiones evolutivas que le han fabricado esa creencia.

Los conceptos aprendidos de la experiencia también pueden sacar provecho de esos mecanismos integrados de la atracción. En un estudio reciente, los investigadores comprobaron si al exponer inconscientemente a una persona al concepto del alcohol, se estimularían (también de manera inconsciente) los conceptos asociados con alcohol, como el sexo y el deseo sexual.120 A los hombres se les enseñaron palabras como cerveza o maleza, pero las palabras pasaban demasiado rápidamente para poder percibirlas de manera consciente. Posteriormente los hombres clasificaron el atractivo de las fotos de unas mujeres. Tras ser expuestos de manera inconsciente a palabras relacionadas con el alcohol (como cerveza),   los   sujetos   clasificaban   las   fotografías   como   más atractivas. Y en los varones que creían más intensamente que el alcohol aumenta el deseo sexual el efecto era aún más poderoso.

La atracción  no es un concepto fijo, pero se adapta según  las necesidades de la situación. Tomemos, por ejemplo, el concepto de estar en celo. Casi todos los mamíferos hembras emiten señales claras cuando están en celo. En los babuinos la parte posterior del trasero de las hembras se vuelve de un rosa intenso, una invitación inconfundible e irresistible para el afortunado babuino macho. Las hembras humanas, por otro lado, son únicas en el hecho de que participan en la copulación durante todo el año. No emiten ninguna señal especial que haga público que son fértiles.121

¿O sí? Resulta que una mujer se considera más hermosa justo en la cúspide de fertilidad de su ciclo menstrual, más o menos diez días antes de la menstruación.122 Lo juzgue un hombre o una mujer, es algo cierto, y nada tiene que ver con cómo se comporte: lo perciben incluso aquellos que miran una foto suya. Por lo que su buen aspecto transmite su nivel de fertilidad. Sus señales son más útiles que el trasero de un babuino, pero sólo necesitan ser lo bastante claras para estimular la maquinaria inconsciente y especializada de los hombres de la habitación. Si es capaz de alcanzar esos circuitos, su misión está cumplida. También puede alcanzar el circuito de otras mujeres: las mujeres son muy sensibles al efecto del ciclo de otras  mujeres,  quizá  porque  eso  les  permite  evaluar  a  sus competidoras en su pugna por conseguir varón. Todavía no está claro cuáles son los indicios que delatan la fertilidad: podrían incluir alguna cualidad de la piel (como que el tono se vuelva más ligero durante la ovulación) o el hecho de que las orejas y los pechos de las mujeres se vuelven más simétricos en los días anteriores a la ovulación.123 Sea cual sea la constelación de pistas, nuestros cerebros han sido creados para detectarlas, mientras que la mente consciente no tiene acceso a ellas. La mente simplemente percibe la todopoderosa e inexplicable sacudida del deseo.

Los efectos de la ovulación y la belleza no son sólo evaluados en el laboratorio, sino que se pueden medir en situaciones de la vida real. Un estudio reciente llevado a cabo por unos científicos de Nuevo México contaba las propinas conseguidas por las bailarinas en los locales de striptease de la zona, y las relacionaba con los ciclos menstruales de las bailarinas.124 Durante el punto más alto de su fertilidad, las bailarinas ganaban una media de 68 dólares la hora. Cuando menstruaban, ganaban sólo 35 dólares. Entremedio, la ganancia habitual era de unos 52 dólares. Aunque esas mujeres supuestamente actuaban con una gran capacidad de coqueteo durante todo el mes, el cambio de fertilidad llegaba a sus ilusionados clientes mediante cambios en el olor corporal, la piel, la relación cintura-cadera, y probablemente también en su seguridad en sí mismas. Es interesante observar que las bailarinas que tomaban la píldora anticonceptiva no mostraban ningún pico claro en sus ingresos, y ganaban sólo una media mensual de 37 dólares la hora (en comparación con la media de 53 dólares de las bailarinas que no la tomaban). Es de presumir que ganaban menos porque la píldora da lugar a cambios (y pistas) hormonales que indican que quien la toma está en la primera fase de la gestación, con lo que interesaban menos a los Casanovas del club de caballeros.

¿Qué nos dice esta investigación? Nos dice que las bailarinas de striptease preocupadas por sus ingresos deberían eliminar la contracepción y doblar el turno justo antes de la ovulación. Y lo más importante, nos permite comprender que la belleza de la mujer (u hombre) está naturalmente predestinada. No tenemos acceso consciente a  los programas, y podemos comprenderlos sólo mediante estudios concienzudos. Observemos que a los cerebros se les da bastante bien detectar las pistas más útiles. Regresemos ahora a la persona más hermosa que conoce, e imagine que mide la distancia entre sus ojos, así como la longitud de su nariz, el grosor de sus labios, la forma de la barbilla, etc. Si comparara esas medidas con las de una persona no tan atractiva, descubrirá que las diferencias son sutiles. Pero un alienígena o un pastor alemán serían incapaces de distinguir a los dos humanos, al igual que para nosotros resulta difícil afirmar cuándo un alienígena o un pastor alemán es atractivo y cuándo no. Pero las pequeñas diferencias dentro de su propia especie ejercen un gran efecto en su cerebro.

Por ejemplo, a algunas personas les vuelve locas ver a una mujer en unos shorts de esos tan cortos, y en cambio encuentran que un hombre resulta repulsivo con esos mismos shorts, aun cuando desde una perspectiva geométrica las dos imágenes sean apenas distintas. Nuestra capacidad de llevar a cabo distinciones sutiles es exquisitamente refinada; nuestros cerebros han sido creados para realizar las tareas perfectamente definidas de la selección y el asedio de la pareja. Todo ello ocurre bajo la superficie de la conciencia: simplemente disfrutamos de las hermosas sensaciones que afloran como burbujas.

* * * *

A la hora de juzgar la belleza, no sólo nos basamos en el sistema visual, sino que también influye el olor. El olor transporta una gran cantidad de información, por ejemplo acerca de la edad de la posible pareja, su sexo, fertilidad, identidad, emociones y salud. La información se desplaza mediante una flotilla de moléculas que surcan el aire. En muchas especies animales, esta mezcla impulsa el comportamiento casi por completo; en los humanos, la información a menudo vuela por debajo del radar de la percepción consciente, aunque sin embargo influye en nuestro comportamiento.

Imaginemos que le presentamos a un ratón hembra una selección de machos con los que copular. Su elección, lejos de ser azarosa, se basará en la interacción de su genética y la genética de sus pretendientes. ¿Pero cómo accede la hembra a ese tipo de información oculta? Todos los mamíferos disponen de una serie de genes conocidos como el complejo mayor de histocompatibilidad (CMH, MHC en inglés); estos genes desempeñan un papel clave en nuestros sistemas inmunológicos. Al planteársele la elección, el ratón escogerá una pareja con genes CMH distintos. En biología mezclar las reservas genéticas es siempre una buena idea: mantiene los defectos genéticos al mínimo y conduce a una saludable interacción de los genes conocida como vigor híbrido. Así pues, encontrar parejas genéticamente distintas resulta útil. ¿Pero cómo lo consiguen los ratones, que están casi totalmente ciegos? Con la nariz. Dentro de ella hay un órgano que selecciona las feromonas, unos componentes químicos que flotan y transportan señales a través del aire, señales que pueden dar la alarma o comunicar información acerca de cómo llegar hasta la comida, la buena disposición sexual y, en este caso, la similitud de diferencias genéticas.

¿Perciben y responden los humanos a las feromonas del mismo modo que los ratones? Nadie lo sabe con seguridad, pero investigaciones recientes han descubierto receptores en el recubrimiento de la nariz humana exactamente igual que los que utilizan los ratones en sus señales por feromonas.125 No está claro si nuestros receptores son funcionales, pero la investigación conductual sugiere que sí.126 En un estudio llevado a cabo por la Universidad de Berna, los investigadores midieron y cuantificaron los CMH de un grupo de estudiantes masculinos y femeninos.127 A los masculinos se les dieron camisetas de algodón para que se las pusieran, a fin de que el sudor diario empapara bien la tela. Luego, de vuelta en el laboratorio, las hembras hundieron la nariz en las axilas de esas camisetas y escogieron qué olor corporal preferían.

¿El resultado? Exactamente como los ratones, preferían los machos con un CMH más distinto. Al parecer, nuestra nariz también influye en nuestra elección, con lo que la misión reproductiva también vuela por debajo del radar de la conciencia.

Más allá de la reproducción, las feromonas humanas también pueden transportar señales invisibles en otras situaciones. Por ejemplo, los recién nacidos se mueven preferentemente hacia una almohadilla en la que se ha frotado el pecho de la madre antes que hacia una limpia, siguiendo, al parecer, pistas feromonales.128 Y la longitud de los ciclos menstruales de una mujer podría llegar a cambiar después de haber olido el sudor de la axila de otra mujer.129

Aunque está claro que las feromonas transportan señales, se desconoce hasta qué punto influyen en el comportamiento humano. Nuestra cognición posee tantas capas que estas pistas han quedado reducidas a actores secundarios. Sea cual sea el papel que puedan tener, las feromonas sirven para recordarnos que el cerebro evoluciona continuamente: estas moléculas revelan la presencia de una herencia de software un tanto anticuada.

120 Friedman, McCarthy, Förster y Denzler, «Automatic effects». Incluso podría darse el caso de que otros conceptos relacionados con el alcohol (como la sociabilidad) pudieran activarse primándolos con palabras asociadas al alcohol, de tal manera que el simple hecho de ver (no beber) un vaso de vino pudiera facilitar la conversación y un mayor contacto visual. Una posibilidad más especulativa y que da más que pensar consistiría en que ver anuncios de alcohol en la carretera podría empeorar nuestra capacidad de conducción.

 

Bibliografía

120 Friedman, McCarthy, Förster y Denzler, «Automatic effects». Incluso podría darse el caso de que otros conceptos relacionados con el alcohol (como la sociabilidad) pudieran activarse primándolos con palabras asociadas al alcohol, de tal manera que el simple hecho de ver (no beber) un vaso de vino pudiera facilitar la conversación y un mayor contacto visual. Una posibilidad más especulativa y que da más que pensar consistiría en que ver anuncios de alcohol en la carretera podría empeorar nuestra capacidad de conducción.

 

121 La ovulación oculta (así como la fertilización interna, en oposición a poner huevos externamente) podría haber surgido como mecanismo para alentar a los machos a prestar más atención a sus parejas femeninas en todas las épocas del año, disminuyendo así las probabilidades de que las abandonaran.

122 Roberts, Havlicek y Flegr, «Female facial attractiveness increases».

 

125 Liberles y Buck, «A second class». Como los humanos también transportan los genes para su familia de receptores, es el camino más prometedor donde husmear cuando se investiga el papel de las feromonas en los humanos.

126 Pearson, «Mouse data».

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