lunes, 11 de abril de 2022

Tribulaciones de un ex Godínez

 


















Mentiría si dijera que lo perdí;
la verdad es que nunca lo tuve.
Demasiado ocupado en trabajar para vivir
y en vivir bien para trabajar mejor,
nunca formé familia propia:
no hay hijos ni nietos
que me esperen al final del día
en el sillón mullido de la sala.
Ya pensionado,
sin labor extenuante
ni horario que cumplir,
sin jefes a quienes complacer.
Con la única exigencia
-¿tan condicionado estoy?-
de saber qué hacer con tanto tiempo,
si es que es tanto el tiempo libre
que me queda antes de morir.
Me lo pregunto ahora:
¿cuál es el sentido de mi vida?
¿Sentarme en la mecedora
del patio y balancearme
hasta que llegue mi hora?
Tantos años aspiré a esto
y ahora no le hallo sentido.
Hay una urgencia de Godínez
en mis dedos que extrañan
el teclado de la computadora,
escribir notas o editarlas,
diseñar una flamante página,
un especial, un reportaje…
De eso estaba harto ya hace años
y hoy pareciera que lo extraño.
Me merezco el no hacer nada,
pero el dolce far niente del jubilado
ni es tan dulce ni tan jubiloso.
Ingreso lo suficiente para vivir
pero no para viajar,
si viajar me interesara;
no lo suficiente para el sexo,
si sus excesos me encendieran todavía;
siempre frugal, la gula no me tienta;
los trapos finos para qué
si esconden sólo arrugas;
¿invitar el trago a los amigos…?
si los pocos que tuve los fui perdiendo
en el camino, por distantes viajes o decesos,
diferencias en el pensar inconciliables.
No es la soledad lo que lamento
sino esta esterilidad de obra,
esta vacuidad en el cuenco de mis manos
ocupadas apenas por el próximo cigarro
o la siguiente cerveza.
¿Cuál es el sentido de la vida
cuando se es un viejo, pero no taaaaan viejo
como para no hacer nada?
¿Quizás escribir las memorias de un Godínez,
de los que hay cientos de millones?
Los Godínez en mi situación no las necesitan
-ya viven en el desasosiego-
y los jóvenes no las entenderían.
Me harté de la hiperactividad
de los periódicos, las oficinas,
y hoy me harta el no hacer nada.
Tres años pensionado
y se me hacen más largos y pesados
que los años trabajados.
¿Me pasa a mí o le pasa a todos los Godínez?
No lo sé…
Pero lo fines de semana
hay baile de danzón
en el Parque Independencia…
si me interesara el baile…
si conocer a alguien más me interesara…
Pero no. Nada me importa.
No crea nadie, por su disposición,
que esto es un poema.
Es una queja a la falta de respuesta
a la pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida?
Descartado el intrínseco de la reproducción,
mero pretexto, mera excusa, según yo,
no queda más que sentir, dolorosamente,
el paso improductivo de mi tiempo…
La enfermedad, el deterioro, el día último
llegarán puntuales y, estoy seguro,
tampoco traerán, envuelta para regalo,
la respuesta a la pregunta
que nunca antes me hice.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

33 grados a la sombra

Casi las 14:00 horas. Alrededor del mediodía desperté. Un silencio que no dice nada. En la lengua nicotina y cafeína. En cuerpo y pi...